Grandes superficies es un
reto de escritura. Un reto asumido, pero no fácil. Existen muchos tipos de superficies.
Unas reales, físicas, espaciales, y otras metafóricas que pueden estar en
nosotros mismos, en nuestro cerebro y las asumimos como propias. Enormes,
llenas, vacías, inventadas, soñadas. El mismo globo terráqueo es una gran superficie
curvada y en ella cabe todo. En este “todo” concurren espacios llenos de
personas. Espacios llenos de árboles. Espacios llenos de agua, de nieve, de
arena, de luchas, de sufrimiento, de placer, de alegría… y en muchas de estas
superficies o espacios, interviene el ser humano: para transformarlo, habitarlo
o destruirlo.
Sin aparente motivo, decidí que
mi gran superficie sería un aeropuerto. Con frecuencia accedemos a ellos solo
por el placer del viaje, aunque el traslado a otros lugares volando, ha sido un
sueño del ser humano –el hombre pájaro-- desde siempre, creo. Pero últimamente los
aeropuertos, necesarios hoy en día para iniciar un vuelo no auto dirigido, suelen
estar atiborrados de gente. Son agobiantes, caóticos, la seguridad fastidiosa, las
demoras inoportunas, y los fenómenos meteorológicos, insoportables. A pesar de
todo esto, incluyendo las fobias que algunas personas tienen y los accidentes
que aunque no con mucha frecuencia ocurren, nos alarga mucho el tiempo y parece
que también la vida, lo de viajar en avión. Para utilizar este transporte, hay
que ir a esa gran superficie que es el aeropuerto, pasar varios controles, romper
los esquemas cronológicos y olvidar que eres un ser humano para convertirte en
un paquete con alas que vuela. Pura magia, según se mire.
Habituales son los colapsos
en los aeropuertos y también lo son en el ser humano; de ahí la historia, el
personaje, el relato. Una mujer, como muchas, en la crisis de los cuarenta.
Moderna, luchadora, autosuficiente… cuyo tiempo se le viene encima como un
mazazo, o dos, o más, porque está agobiada. Algo no programado, inesperado,
sucede. Varias casualidades… ¿o es su destino? Girar el rumbo, apearse, seguir
adelante… ¿tender andamios?
Las palabras como medio. Las
palabras como resistencia. Las de ella, las que ella suscita, las mías. Describir
un espacio, es más o menos fácil. Transmitir las inquietudes de un personaje
inventado, en situaciones complicadas, mucho más difícil. Carmen, demanda, transita,
percibe, sufre, duda, soporta, un batiburrillo de sentimientos. No es algo
excepcional. Actualmente, no son los aeropuertos los únicos que están saturados
y colapsados; las personas lo estamos mucho más. Entre los 35 y los 64 años,
una de cada 10 mujeres en nuestro país, consume psicofármacos diariamente desde
hace muchos años. Son datos reales. Los ataques de ansiedad, también son algo
frecuente. Carmen es una de esas mujeres que en su “mochila” ha ido acumulado,
a lo largo de la vida, un peso que le sobrepasa. Su cerebro tiene demasiados frentes
abiertos --como la mayoría— y en el
aeropuerto, tal vez está, su “salvación”.
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