sábado, 14 de marzo de 2020


Grandes superficies es un reto de escritura. Un reto asumido, pero no fácil. Existen muchos tipos de superficies. Unas reales, físicas, espaciales, y otras metafóricas que pueden estar en nosotros mismos, en nuestro cerebro y las asumimos como propias. Enormes, llenas, vacías, inventadas, soñadas. El mismo globo terráqueo es una gran superficie curvada y en ella cabe todo. En este “todo” concurren espacios llenos de personas. Espacios llenos de árboles. Espacios llenos de agua, de nieve, de arena, de luchas, de sufrimiento, de placer, de alegría… y en muchas de estas superficies o espacios, interviene el ser humano: para transformarlo, habitarlo o destruirlo.
Sin aparente motivo, decidí que mi gran superficie sería un aeropuerto. Con frecuencia accedemos a ellos solo por el placer del viaje, aunque el traslado a otros lugares volando, ha sido un sueño del ser humano –el hombre pájaro-- desde siempre, creo. Pero últimamente los aeropuertos, necesarios hoy en día para iniciar un vuelo no auto dirigido, suelen estar atiborrados de gente. Son agobiantes, caóticos, la seguridad fastidiosa, las demoras inoportunas, y los fenómenos meteorológicos, insoportables. A pesar de todo esto, incluyendo las fobias que algunas personas tienen y los accidentes que aunque no con mucha frecuencia ocurren, nos alarga mucho el tiempo y parece que también la vida, lo de viajar en avión. Para utilizar este transporte, hay que ir a esa gran superficie que es el aeropuerto, pasar varios controles, romper los esquemas cronológicos y olvidar que eres un ser humano para convertirte en un paquete con alas que vuela. Pura magia, según se mire.
Habituales son los colapsos en los aeropuertos y también lo son en el ser humano; de ahí la historia, el personaje, el relato. Una mujer, como muchas, en la crisis de los cuarenta. Moderna, luchadora, autosuficiente… cuyo tiempo se le viene encima como un mazazo, o dos, o más, porque está agobiada. Algo no programado, inesperado, sucede. Varias casualidades… ¿o es su destino? Girar el rumbo, apearse, seguir adelante… ¿tender andamios?
Las palabras como medio. Las palabras como resistencia. Las de ella, las que ella suscita, las mías. Describir un espacio, es más o menos fácil. Transmitir las inquietudes de un personaje inventado, en situaciones complicadas, mucho más difícil. Carmen, demanda, transita, percibe, sufre, duda, soporta, un batiburrillo de sentimientos. No es algo excepcional. Actualmente, no son los aeropuertos los únicos que están saturados y colapsados; las personas lo estamos mucho más. Entre los 35 y los 64 años, una de cada 10 mujeres en nuestro país, consume psicofármacos diariamente desde hace muchos años. Son datos reales. Los ataques de ansiedad, también son algo frecuente. Carmen es una de esas mujeres que en su “mochila” ha ido acumulado, a lo largo de la vida, un peso que le sobrepasa. Su cerebro tiene demasiados frentes abiertos  --como la mayoría— y en el aeropuerto, tal vez está, su “salvación”.

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