jueves, 24 de octubre de 2019


LA SOFI

Ella es la Sofi, lo susurra siempre delante del espejo, “soy la Sofi”, “soy la Sofi”, “soy la Sofi”, después lame sus labios con lujuria y se sonríe mirando sus ojos de lagarta, susurrantes, dilatados, viscosos, extensos. Lo hace siempre después de ganar la partidita del bingo, encerrada en el lavabo y con los billetes entre sus senos, los soba y susurra lúcida y serena “soy la Sofi”.

 Al salir a la intemperie todo se desvanece y acude ese vértigo, un vértigo sin altura, un vértigo que se traduce en ver las letras de su nombre danzar, cada una a su ritmo, envueltas de tráfico, de estrés, de desazón. Es el atardecer. Sofi, se dice a sí misma, Sofi no sigas por ese camino que acabarás chiflada. Entonces cierra los ojos y visualiza un sitial, la reina Sofía en él, de inmediato seguridad, loada sea ella, que sabe de dónde proviene su nombre, que es inteligente y además vegetariana, se explica Sofí.

La Sofí quiere ser lista pero se siente lacaya y cree entonces que no puede ser. Cuando ese sentimiento pesa, le sale una letanía, “rosa, lila, rosa, lila, rosa, lila” y una suculenta lealtad hacia sus poderes aparece por momentos en su cerebro. Resuena entonces la balsa de agua, el arco iris, sus zancos aún pequeños que chapotean. Sumun. Luego la negror. Oscuro todo. Silencio

La Sofi sola va con sus imprevistos vértigos y no va al médico por si piensa que es una lerda o algo superficial.  Entra en una tienda y ve saltar la ese por los anaqueles, ese, ese, ese, maldita ese. La Sofi buscando esa ese, o la i, o quién sabe si la efe, se ha hecho vegana, y por las mañanas, llenita de legañas, pilla la foto de la reina que tiene en su mesita, sonríe y suelta deslenguada, “te gané colega”.
Se coloca entonces su calzado preferido, color salmón de tacón fino, se echa a la calle, en la esquina un buen carajillo, y vegana, rosa y lila toma el dieciséis camino del bingo. Tal vez hoy no le dé el vértigo piensa La Sofi. Tal vez.

miércoles, 23 de octubre de 2019

LOS NERVIOS




Relato con muchas palabras en S y L sobre el vértigo de una binguera vegana.
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LOS NERVIOS
El pulso se le aceleraba por segundos. Tenía el cartón casi completo, solo le faltaba completar dos palabras con una letra. ¡Qué nervios dios mío!
Encendió un cigarro y mientras, por el rabillo del ojo, vigilaba a sus compañeros de mesa que parecían estar en sus mismas circunstancias. Nervios a flor de piel y una gran bruma ocasionada por los fumadores que no paraban de empalmar cigarrillo tras cigarrillo, ocasionando en esta zona del casino, no demasiado amplio,  un lugar irrespirable.
Elisa que así se llama nuestra protagonista, cuando se encontraba en estos lugares, se olvidaba de sus principios alimenticios de los que presumía siempre, censurando a los que no aceptaban las condiciones de su manera de alimentarse. Pero en lo referente a la costumbre —ella lo llamaba costumbre — de fumarse un cúmulo de paquetes de cigarros cuando estaba nerviosa, eso  decía, no tenía nada que ver con su abstinencia de la carne. Y así, sin importarle las personas que estaban tragándose su humo seguía dándole caladas a lo que fuera (que de todo había). Pero luego maldecía a los que se lamían con un solomillo, un muslo de pollo y hasta un pastel de queso.
Al segundo de revisar su cartón del bingo, una de sus vecinas de mesa, cantó línea con unos alaridos de felicidad que la dejó patidifusa. No se podía resistir, no lo podía asimilar y se puso a sollozar como una histérica. Trataron de animarla los próximos y le trajeron un vaso de leche calentito para que le pasara el disgusto, pero ella que vio la leche…

EL CAMPEÓN


Sonido Gy R que hable sobre la envidia. El protagonista un jugador de golf de élite.
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EL CAMPEÓN
Salió hacia el campo de golf aguerrido como si a la guerra fuera. Repeinado con gomina, el jersey de color gris con rayas rojas en pechera y mangas, el pantalón corto azul marino y la gorra a juego con el suéter, también gris. Estaba perfecto bien aconsejado por su mujer. Allí estaba su gente esperando poder aplaudirle como jefe absoluto del torneo.
Pero, de pronto, apareció su gran contrincante, judío por más inri, o sea guapo. Y éste, lejos de sentirse postergado como era de esperar en tierra extraña, se creció ante el gentío que le vitoreaba como a un gran campeón. Irguió su cuerpo, sonrió con orgullo y el golfista del terruño percibió en sus adentros un gran ataque de envidia ante la ventaja del judaico. Éste, rubio natural y de ojos azules, ofrecía una imagen infrecuente por estas tierras, ahí estribaba su logro, además de tener una figura perfecta en el lanzamiento de la bola. Se relajaba, miraba el horizonte, ajustaba su pegada y la dirigía justo donde pretendía.
El foráneo se vino abajo y no logró meter un par digno en todo el partido ante la mirada de sus camaradas que contrariados por su mal resultado, le negaron el recibimiento con grandes honores tal y como él esperaba. Con el rabo entre las piernas y por lo bajini, se marchó a su residencia. Un gran alojamiento, costeado con las ganancias que el golf le había proporcionado y gracias al cual había podido vivir como un marajá, pero parecía que esto se le había terminado.

lunes, 21 de octubre de 2019

LA VACA


LA  VACA


Setos resecos sepultaban sigilosas las sombras del sendero por donde saltaban  liebres libres entre lilas, seres sensibles, animales ajenos a la sangrienta explotación capitalista.
La luz excesiva y los cielos claros, el sol, el sudor, la sed , saciaban las palabras de eses como si fueran sudarios.

Silvia Salazar Salinas come hierba ,silba y canta linea con l líquida  y mirada  dulce.Un locutor saca bolas, seseinta y seis : sentencia y sigue. Silvia Salazar Salinas siente vértigo.

Silvia Salazar tiene seseinta años , que es una edad importante, una vaca por ejemplo ya estaría muerta. Silvia Salazar  come como un bovino pero es humana y además  va al bingo, aunque a las vacas  seguramente no les gusta el bingo, ni le gusta comer humanos, ni matarlos vivos pero esto es también otra historia.

Grupos de desconocidos, manadas,  parejas y familias enteras rumian , se alinean en las lisas mesas circulares, aleatoriamente .Alguien toca la lira y todos juegan al bingo, consumiendo cubatas de largos vasos largos. Pero esto ,más bien, no es literal literal,  sino accidental.

Silvia Salazar Salinas lícitamente, silba, linea, y linea y linea. La adrenalina corre por las lisas venas, la invitan a Champan y ante el serio asombro de todos, se sube a la mesa y se desnuda susurrando, arrastrando el sonido sssss ,  como quien se quita el sudario negro  y blanco  y  suelta  a  los cuatro vientos que es vegana y binguera

Los camareros no dan credito, la gente grita, ella la lia y lia y lia,. Está en estado de éxtasis, gira y gira, siente calor, mareo, frío, vértigo,  da vueltas y vueltas

Como un animalillo asustado  en un bosque nocturno, Silvia  Salazar  Salinas cree que es una vaca y salta sobre la hierba verde.

sábado, 19 de octubre de 2019

Bingo

Solo leía libros donde el ser humano venía bien explicado.
No le interesaban demasiado las tramas, no lograba recordar los títulos y era incapaz de descifrar la estructura de las cosas. Se sabía miope y le gustaba imaginarse como una semilla en plenitud que se entrega al viento. 
Acudía cada tarde al bingo de su barrio y allí jugaba unos cartones. Fumaba. Tachaba con rotulador los números. Libaba a pequeños sorbos el suculento gin-tonic deleitándose en su propia levedad. La embriaguez y comenzar a girar y girar en el techo del bingo. Desde que había dejado de tomar proteínas animales el alcohol la llevaba más lejos en menos tiempo. Ser vegana estaba resultando una opción bastante barata.

En su vida alguien había cantado línea antes de tiempo.

Y desde entonces se negaba a vender sus días. Se apañaba con lo justo. Resistía sin hallar en las cosas ningún sentido. 
Iba al bingo cada tarde, sí, porque la vida era un bombo de bolas numeradas que se precipitaban al azar. Cada persona llevaba impreso un cartón de números aleatorios.
Muchos perdedores para un solo ganador. Había comprendido que nadie regresa y que volver atrás era imposible en la existencia. Resignada en el constante vértigo que orlaba el precipicio, sabía que una vez empezaba el juego ya no se detenía hasta el grito final: 


¡BINGO! 

viernes, 18 de octubre de 2019

Hierro cinco

Hay gente que lo entiende todo al revés. Y mejor ni tomarse la molestia en explicarlo porque al parecer nada de lo que yo diga tiene importancia. Manías, según él, manías de general. Que tan pronto que para qué. Y con eso te quedas. Que yo cuando oigo su contestación me callo, por prudencia, por no liar más las cosas, pero siento como si me arrastraran por el suelo como un zapato impregnado en mierda fresca, de perro. O peor. 
Lo tiene todo calculado, el muy cínico. Que le corroe el resquemor resentido de no ser nadie. El subalterno de la estrella, el agregado. Pequeñas venganzas de segundón.
Porque vamos a ver, si tú le dices a tu cadi que esté a las nueve y son las nueve y cuarto, las nueve y veinte, las nueve y veintisiete, lo normal es preocuparse, pensar si es que habrá pasado algo. Y a las diez menos diez de repente aparece, sin disculparse, el galán de cine, el gigante estira carritos, el gerente de cuatro palos, sonriente, sin prisas. Ahí, ahí es donde él se regodea en su victoria. Y a mi me entran los siete males y se me lleva la ira de Dios. Él sonriendo y yo rabiando sencillamente porque me sobra inteligencia para saber que las grandes sonrisas esconden grandes traidores. 
–¿Hierro cinco, master?
–Sí.
Míralo. Porque él responsabilidad ninguna. Él sólo estirar el puñetero carro y poner la mano a fin de mes. ¿Hierro cinco? ¿Hierro cinco? Pero quién tira, quién falla, a quién agobian en el restaurante pidiendo la foto o la puñetera firmita. Quién no puede abrir la boca ni mostrar una opinión sin que se arme una guerra nuclear. 
Qué felicidad no tener que pagar facturas, ni tener que lidiar con los buitres de tus abogados. Que cada vez que lanzo la pelotita veo la cara de la hija de mi abogado poniendo morritos porque quiere estudiar en Estados Unidos. Qué felicidad ponerte la ropa que te de la gana. Sin marcas. Del chino. Y andar por la calle sin que nadie se de la vuelta o se digan escuchitas: es él, es él.
Míralo, qué cuajo. Desde luego, qué felicidad no ser nadie.

miércoles, 16 de octubre de 2019

Amar con erre

Amilanar
intimidar o amedrentar
a alguien
desalentar, quitar el
ánimo
entorpecer la respiración
hacerla dificultosa 
provocar
temor, culpa, pena

Amar con erre
Erre de 
rabia erre de
rencor erre de
resentimiento
Erre de erre que erre

Apabullar
infundir miedo
atemorizar
intimidar
acobardar
apocar

Amar con erre
Erre de 
rabia erre de
rencor erre de
resentimiento
Erre de erre que erre

Arredrar
desvalorizar
criticar
despreciar
rebajar
retraer, hacer volver atrás
infundir peligro o encogimiento

Amor barlovento 
parte por donde 
viene el frío Eolo 
que hiere y corta
los labios que besan

Amor barloa 
cable con que se sujetan 
los amores para imponerse,
quedar por encima y vengar
al niño 
                           –amilanado, amedrentado y desalentado–
que fue 
amado con erre
Erre de 
rabia erre de
rencor erre de
resentimiento
Erre de erre que erre

Grandes superficies es un reto de escritura. Un reto asumido, pero no fácil. Existen muchos tipos de superficies. Unas reales, físicas, es...