Relato con muchas palabras
en S y L sobre el vértigo de una binguera vegana.
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LOS NERVIOS
El pulso se le aceleraba por
segundos. Tenía el cartón casi completo, solo le faltaba completar dos palabras
con una letra. ¡Qué nervios dios mío!
Encendió un cigarro y mientras,
por el rabillo del ojo, vigilaba a sus compañeros de mesa que parecían estar en
sus mismas circunstancias. Nervios a flor de piel y una gran bruma ocasionada
por los fumadores que no paraban de empalmar cigarrillo tras cigarrillo,
ocasionando en esta zona del casino, no demasiado amplio, un lugar irrespirable.
Elisa que así se llama
nuestra protagonista, cuando se encontraba en estos lugares, se olvidaba de sus
principios alimenticios de los que presumía siempre, censurando a los que no
aceptaban las condiciones de su manera de alimentarse. Pero en lo referente a
la costumbre —ella lo llamaba costumbre — de fumarse un cúmulo de paquetes de
cigarros cuando estaba nerviosa, eso
decía, no tenía nada que ver con su abstinencia de la carne. Y así, sin
importarle las personas que estaban tragándose su humo seguía dándole caladas a
lo que fuera (que de todo había). Pero luego maldecía a los que se lamían con
un solomillo, un muslo de pollo y hasta un pastel de queso.
Al segundo de revisar su
cartón del bingo, una de sus vecinas de mesa, cantó línea con unos alaridos de
felicidad que la dejó patidifusa. No se podía resistir, no lo podía asimilar y
se puso a sollozar como una histérica. Trataron de animarla los próximos y le
trajeron un vaso de leche calentito para que le pasara el disgusto, pero ella
que vio la leche…
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