domingo, 24 de noviembre de 2019


VIAJES

A la tercera va la vencida, me dije después de darme cuenta de la empanada que me había metido Irene, la jefa de planificación. Tenía que apretar los dientes para que no sintiese mi rabia cada vez que me cruzaba con ella en los despachos o por los pasillos. Si creía que a partir de ahora yo iba a jugar a medio gas estaba muy pero que muy equivocada. Yo ya no me iba a meter en un charco, nunca más, directa bien directa, yo corría a por el gol de la honra.  “Irene entérate bien, voy a por el gol de la honra”, me decía en el autobús  visualizando la escenita del desastre,  ella con su desparpajo tirándome la culpa del error de la facturación ante el director. Mentirosa, más que mentirosa. El cero se le fue a ella, un cero de menos en una factura, eso significó pasarlas canutas en todas las nóminas durante un mes y casi casi mi despido.

Llegaban las vacaciones navideñas y yo debía arañar segundos. Irene era maquiavélica, siempre con la caña preparada, todo para ser la imprescindible, para subir puestos en el organigrama de la empresa. Yo sabía lo que más le gustaba, fardar de sus vuelos y viajes, tantos y tan variados. En esos días, en los que se instalaba en paraísos extraordinarios, el juego era a medio gas, ella no sabía alejarse del todo, no podía vivir sin desequilibrar el marcador, por eso sus mensajes seguían apareciendo en el móvil de la empresa, no por asuntos laborales sino para contar lo imprescindible que era para sus nuevos amigos que siempre conocía. Siempre era todo fabuloso, siempre, ella y luces brillando alrededor.

 Si yo ya las había pasado canutas ahora ponía en juego mis mejores labores defensivas. Hice un tententieso y llamé al despacho del director, le comenté que Irene se había dejado en casa los planteamientos últimos y esenciales para la planificación de la campaña del susodicho cliente. Tenía miedo de meterme en un charco pero no me quedaba otra. Después de dejar vociferar al director le convencí para que me dejase ir a casa de Irene,  la llave no iba a ser un problema, comenté que Irene la dejaba siempre que se iba de viaje debajo del felpudo,  las pasé canutas cuando sugerí que me acompañase alguien, su respuesta fue al momento afirmativa.

Me sentía casi con un guante en el pie, agarré, con la excusa de comer luego juntas, a la jefa de Recursos Humanos, Jacinta, y allá que nos fuimos con un taxi. Al llegar, levantar el felpudo y no haber nada, noté que Jacinta me miraba mal, espera le dije y pensé para mis adentros, ahora me saco la espina, comencé a tocar el timbre con insistencia, ¿qué haces? me decía Jacinta, ¿estás loca?. Estaba a punto de sentenciarse el partido, ante su sorpresa la puerta se abrió y apareció una  Irene en camiseta,  resacosa, maloliente, sucia, medio dormida. Se podía divisar el salón lleno de botellas vacías, el hedor de la cocina llegaba hasta nosotras.

Sacar petróleo, lo había conseguido. Mi intuición ganó. Los viajes y sus amigos nunca habían existido. La victoria había sido muy trabajada. Tendría que cambiar de espacio para tomar el pelo. Yo trabajaría tranquila y sin pelotazos que esperar, por fin me había sacado la espina.
Pero pensándolo bien, ¿no necesitará a alguien que le eche una mano, que le haga labores defensivas? . Al fin y al cabo se acercaba la Navidad. No sé si el partido está cerrado, no sé.

Partido sentenciado

—Una espinita que me tenía que sacar yo con lo del Toni. 
—Ya te lo decía yo, chiqui, que a la tercera va la vencida. Es que menudo canalla, hacerte eso a ti y a los niños. Pero cuéntame, ¿qué le has hecho para meterle un gol? 
—Que me harté de pasarlas canutas, Mari. Que un día mirando si el nene había hecho los deberes vi una nota para su padre que decía «Papá, me da igual que no le pagues la pensión la mamá, yo te quiero igual. Pero cómprame Nesquik, que el cacao soluble del Dia sabe a lápiz Alpino». Me imagino al nene yéndose a clase sin desayunar, el pobrecito, jugando en el patio a medio gas.
—En menudo charco estará el Toni. Te quedaste con la caña preparada, ¿no? ¿Qué hiciste?  
—Labores defensivas, nena, labores de-fen-si-vas. Apreté los dientes y llamé a la abogada de Mariví. Un chicharro como una catedral con la demanda que está preparando, va a sacar petróleo. Por esta y todas las veces que salió a por uvas, que aún se pensará que cuando llegaba a las 5 a casa la camisa se iba solita a que le quitaran el pintalabios. 
—Eso no lo sabía  yo… ¿eso el Toni? Ahí te falta un gol de la honra. 
—Y lo ha habido. El Toni tuvo una empanada y un WhatsApp que iba para “Pachanga 2019” me lo mandó a mí. De pachanga nada, reguetón hasta las tantas. Ya sabes cuál va a ser el primer acto en la vista, capturita de pantalla. Partido sentenciado, que se vaya olvidando de salvar los muebles. 

—A ese, ni una mesa Lack.

jueves, 21 de noviembre de 2019


HOY ME HE SACADO LA ESPINA
Estaba ya más que harta de la situación. Lo tenía muy claro, de hoy no pasaba sin plantear un cambio de orientación en nuestro matrimonio. Era demasiado tiempo el qué llevábamos discutiendo por las mismas cosas, tratando de sacar petróleo de donde no había y siendo yo siempre la que trataba de salvar los muebles. Bueno, aparte de los muebles, la hipoteca, las deudas de juego y su resaca etílica del fin de semana. Así que ya metida en el charco, he decidido ser yo quién sentencie el partido una vez por todas y dejemos de jugar a medio gas, que ha sido siempre nuestro esparcimiento, hablando metafóricamente, claro, porque de juego y esparcimiento, nada. Él siempre con la misma  cantinela, la de tener escusa para cualquier situación, lo de resolverlo todo con un tú no te preocupes, pero sin resolver, nada y yo, apretando los dientes para intentar no  sacar mis labores defensivas y mandarlo todo al carajo. Las otras labores, las concernientes solo a mí por ser mujer, necesarias en todas las familias por quienes  tratan de sobrevivir dentro de una normalidad, esas, sin tener el mínimo aprecio ni reconocimiento por su parte. Al contrario, dejando por donde pasa malentendidos, mentiras, y aparentando que marchaba estupendamente entre nosotros, pero estando siempre con el gatillo y la caña preparada, para utilizarlos solo al llegar a casa, por supuesto. Estoy hasta el pirri de su empanada mental  y de pasarlas canutas a su lado, así que hoy le he dejado una nota para que la viese nada más llegar a casa, en la que he escrito:
Mira cariño, se ha terminado el primer acto de este vodevil,  tragedia, o sainete, llámalo como quieras, pero yo apelando al deporte que tanto te gusta, te digo que he sentenciado el partido en el día de hoy,  20 de noviembre de 2019, y  qué ha partir de ahora, se va a producir un profundo e intenso cambio de orientación en mi vida. Si no pagas la hipoteca, te desahuciarán,  si no te haces la comida y la cena tendrás que bajar al bar, si no te lavas y planchas las camisas, deberás llevarlas al menos una vez a la semana a la tintorería y si no aprendes a poner la lavadora, ni el lavavajillas, ni encuentras el aspirador… arréglatelas como puedas.
Creo que tengo la victoria muy trabajada y me merezco un descanso. No te preocupes, saldré adelante. Soy muy válida, ya lo sabes
                                               Hasta nunca. Tu ex Pepita.
(¡no sé que he tocado para cambiar los márgenes!!!)

martes, 19 de noviembre de 2019

Pequeños apuntes para la propuesta sobre texto con expresiones utilizadas en las retransmisiones deportivas


El lenguaje de las retransmisiones deportivas radiofónicas: entre lo mejorable y lo aceptado socialmente 


La radio, pese a comportarse como un observatorio perfecto para conocer hacia dónde se encaminan el idioma y el periodismo, sigue siendo el medio de comunicación que menos literatura ha generado hasta la fecha. Además, el lenguaje de las retransmisiones deportivas constituye uno de los campos que aún están por explorar desde el ámbito académico, aun tratándose de una tipología de programas de alto impacto social y de un tipo de periodismo con capacidad de influencia en las formas de hacer y decir de los ciudadanos.


Entre esos aspectos mejorables se situarían los tópicos o clichés que aparecen en este tipo de programas y que versan sobre los deportes que suelen ocupar la casi totalidad de los minutos (fútbol y luego baloncesto, ciclismo, motor o tenis).

Hay una interesante lista de frases hechas con sus respectivos significados, entre las que se encuentran: a aro pasado, a la tercera va la vencida, apretar los dientes, arañar segundos, balón dividido, cambio de orientación, cerrar el partido, chicharro, dejar un recado (falta), empanada (un equipo es superado con claridad por el oponente), estar con el gatillo o con la caña preparada, desequilibrar el marcador, gol de la honra, jugar a medio gas, la pelota queda muerta, labores defensivas, meterse en un charco (complicarse la vida en la competición), pachanga, partido de la jornada, pasarlas canutas, pelotazo y tentetieso (desplazamiento del balón en largo), primer acto, sacar petróleo, sacarse la espina, sentenciar el partido, salvar los muebles, salir a por uvas, tener un guante en el pie o victoria muy trabajada.


Ejercicio: Escribir un relato corto (máximo una cara de folio) o escena cotidiana utilizando el lenguaje de las retransmisiones deportivas.

lunes, 18 de noviembre de 2019

DIARIO


DIARIO
Lunes 11 de noviembre 2019
Hoy es el día D. El día después de… el primer día de la primera semana de frío… el primer día que un líder de un partido político dimite (?)… el primer día donde se empieza, otra vez a cantar "el cara el sol". El primer día del resto de los días que me quedan por vivir.
Como todos los lunes ando expectante hacia el taller de escritura. Es un recorrido, aunque no  cotidiano, hecho con frecuencia desde hace muchos años, casi cincuenta. Al entrar en la biblioteca, me envuelve el silencio compañero inseparable de los libros.  Un hombre mayor, frente a la pantalla del ordenador, contempla el resultado de las últimas elecciones en un mapa de España. No sé si está contento o apesadumbrado. Yo feliz de hacer este recorrido hoy, desde mi casa a la biblioteca y segura de que muchos de los que viven en el barrio están contentos. Yo no.
Lo más excepcional de mi barrio es una pareja de vagabundos que llevan tiempo viviendo en la calle. Sorprendente, pero cierto. En un banco recién pintado, pasan su vida sin pedir nada ni entrometerse con los habitantes del barrio. En algunas ocasiones, ellos se insultan. Cuando lo hacen, sus voces resuenan estruendosas recorriendo la calle. Dice la gente, que es un buen barrio, tranquilo. Hoy al ver a este hombre y esta mujer, no sé si están contentos o pesarosos. No se maldicen, siguen sentados en su banco con las miradas vacías. Una nota de color en el barrio.
Martes 12 de noviembre
Los martes bailo. También los jueves, durante hora y media. Esta mañana hemos celebrado con Abel, nuestro profe y experto  danzador, su aniversario. Un buen tipo, liviano, sofisticado a ratos, de buen humor siempre. Le preocupa la gente marginada, discapacitados del tipo que sean, con los que suele compartir coreografías. Tiene menos años que la mayoría de nuestros hijos. Me refiero a nosotras, sus alumnas. Las que bailamos felices, copiando sus pasos y tratando de llevar el compás con los ritmos que ocupan los dos espacios, el real y el proyectado en el espejo. De cuando en cuando, un hombre o dos, en la última fila trata de igualarnos, pero pese a sus esfuerzos, no lo consiguen.
Hoy por la tarde, he ido al cine. A llenarme de tristeza con la última película de Ken Loach. El Guión de Paul Laverty, marido de Iciar Bollaín. Y como es habitual en estos dos directores, siempre nos ofrecen una historia social, comprometida y crítica. Esta última cinta, (Sorry we missed you) me  produjo una grieta en el alma, cerca del corazón, en las mismas entrañas. Sensaciones  transmitidas por la magia del cine con falsa imágenes que nos atrapan y el secreto de las palabras que cuentan historias inventadas o no..
Al volver, ya cerca de casa, he visto por la acera un enano. Un hombre diminuto. Llevaba un perro, no sé qué raza, sujeto con una correa y era mucho más grande el perro, que el hombre. El animal acompasaba sus pasos a los de él y la imagen impactaba por lo inusual. He salido de un mundo de silencios oscuros y sin pretenderlo he entrado, al recordarlo, en el onírico mundo de Fellini. Día de contrastes, día de cine.
Me recibe en casa, la pequeña Pía reclamando atención. Hoy no hemos compartido demasiados mimos, travesuras, ni desencuentros. Necesarios éstos, para que me deje teclear de forma ordenada las palabras que preciso. No sé si acertadas o no, pero necesarias. Ronronea.
Miércoles 13 de noviembre
Un mensaje mal leído, me lleva al Hospital Clínico cuando lo correcto era ir al Hospital General para asistir a una conferencia sobre inteligencia emocional. Por supuesto ni siquiera me lo planteo, está demasiado  lejos. Había decidido, después de la charla, acudir paseando al Museo de Bellas Artes donde hoy comemos el grupo de la Nau Gran. Ante el error cambio los planes.
Una ligera lluvia en pocos minutos ha conseguido agrisar el asfalto. Muchos paraguas surgen por todas partes y la gente camina rápida bajo sus cúpulas de colores. Decido arriesgarme y pensar que serán pocas gotas, como así ocurre. Me dirijo en autobús hacía las Torres de Serranos y desde allí, caminando hacia el IVAM, siempre interesante, y que desde hace mucho no visito. La exposición más atractiva en este momento, es sin lugar a dudas, la de Dubuffet. No recuerdo que su obra haya estado nunca en Valencia. Su lenguaje artístico, dentro del movimiento conocido como Art Brut, nunca me ha atraído demasiado. Es cierto que aportó  una visión nueva y muy distinta a los planteamientos del arte, pero al leer sus manifiestos, me reafirmo en lo que siempre me ha parecido. Un Nihilista empedernido que niega absolutamente  "todo" y principalmente las palabras, la escritura. Aboga por la oralidad, según él, tiene una mejor comprensión. (Depende)
En cambio he descubierto, en otra sala, obra de Julio González que no conocía. Creo que la historia no ha  valorado suficientemente su obra. Ocurre con frecuencia  en el arte. Al salir a la calle luce un sol espléndido y el paseo hacia la comida en el antiguo Pio V, resulta muy agradable. Me encanta el sol.
Jueves 14 de noviembre
Como el martes, hoy también bailo, sudo, olvido mis años…  aunque siempre, en estas circunstancias, me recuerdan los que tengo.
En mi casa están comunicados dos pisos por una escalera de caracol. En el de arriba habitamos y  el de abajo está lleno, muy lleno, de cuadros, libros y trastos que necesito para trabajar la pintura, el dibujo, técnicas varias. No creo tener el "Síndrome de Diógenes", pero lo dudo cada vez que hago limpieza del estudio a fondo.
En el espacio más amplio de este piso, tengo una mesa en ángulo recto donde está el ordenador, algunos papeles con notas, carpetas y un montón de disquetes. También con un cierto desorden. El tabique más próximo, cuando me pongo a escribir en esta habitación, lo comparto con el piso de enfrente. Nos une el rellano. En mi piso-estudio suena con frecuencia Radio Clásica, un dial fijo en la radio, que según el vecino psicólogo del piso de más abajo está en muchas ocasiones demasiado fuerte.  Siempre que me llama la atención por el excesivo volumen dice que le gusta, pero no le parece correcto que se oiga, cuando tiene sesiones. Así que la quito. Cuando no hay música, o sea cuando hay terapia psicológica, silencio total. Sólo las teclas del ordenador.
Por la tarde, al bajar al piso y a través de la pared, he escuchado una voz de hombre en tono muy fuerte y muy agrio. Aunque no se distinguían con claridad sus palabras, sí que sonaban a insultos y desaprobaciones. Luego una voz de mujer contraatacaba, pero no demasiado. Me ha parecido terrible oír y no ver a los "contrincantes", pero la cantidad y el tono, eran de manera muy clara, masculinas. Me acordé, inmediatamente, de Siri Hustvedt y sus recuerdos sobre el piso de estudiante que habitaba en New York, compartiendo tabique con su vecina Lucy. Me hubiera gustado tener como ella un estetoscopio para poder escuchar y escribir lo que escuchaba. Naturalmente, esto sugerido por la lectura este verano de "Recuerdos del futuro". Además, a los vecinos los he visto en algunas ocasiones, no demasiadas, y supongo que no darían tanto de sí como a ella le dio Lucy hablando sola. Raritos me parecen. Bueno rectifico, como muchos, un matrimonio más que guarda apariencias.
Viernes 15 de noviembre
Ayer escribí a primera hora de la tarde antes de irme al  Palau de les Arts. Tengo un abono desde hace  años para diez audiciones de la Orquesta de Valencia y como están restaurando el de la Música, han decidido hacerlos en el Auditorio del otro Palau. Es el segundo concierto al que voy y como el primer día, me puse de los nervios. La música muy bien, pero lo demás todo fatal, desde Calatrava hasta las butacas, pasando por lo que llaman la cafetería. Así que empiezo a escribir recordando un poco el ayer.
Hoy vienes, he tenido poca actividad. Además la semana ha estado completa con poco tiempo para escribir. Se completan las actividades con marido y casa que incluyen "mis labores", según decían los documentos de aquella época  ya lejana, afortunadamente.
Esta mañana he ido a la peluquería. Mi única salida hoy. En verano y con buen tiempo me  lavo el pelo en casa cuando la ducha, pero ahora, prefiero que me lo laven y me masajeen. Y si a la salida me encuentro a alguien conocido, mejor conocida y me dice: vienes de la peluquería, a qué sí. Me voy a casa tan contenta por lo guapa que me ha encontrado la vecina del barrio.
Pero hoy, ha resultado interesante la peluquería, además de por salir mejorada. He oído a dos mujeres que hablaban y me ha sorprendido escuchar una frase, que suena a tópico, a título de libro o ha diagnóstico de psicólogo. Todo puede que pueda ser. "El hombre en busca de sentido" es el  título del libro al que me refiero. Escrito por un psicólogo llamado Viktor Frankl. En la conversación, sin pretender escuchar, pero inevitable no hacerlo, se hablaba de alguien joven, no importa si chico o chica, que desesperado de la vida había querido quitársela tirándose desde la ventana, supongo que de su casa, situada en un primer piso. La poca altura de la caída ha provocado que actualmente esté en una silla de ruedas y sea dependiente total. Este suicidio frustrado, la ha devuelto, si alguna vez las tuvo, las ganas de vivir. Actualmente es una persona feliz y ha encontrado su sentido en la vida, decía la mujer. Le habían ayudado a encontrarlo, el sentido, otras personas en iguales o parecidas circunstancias. Se supone que todos debemos buscarlo, según el psiquiatra. O al menos  que tratemos de hacerlo, para ser más felices.
Al cursar tercero  del itinerario de psicología en la Nau Gran, he aprendido (aunque sin exámenes) mucho sobre el ser humano, o sobre el cerebro del ser humano (y de otros animalitos). Sus posibles alteraciones, desvaríos, psicosis, enfermedades, neurosis, manías… y un montón de etcéteras más. Interesantes todos, múltiples y variados. En realidad es la esencia de los humanos, la pluralidad. Y según Frankl debemos encontrarle sentido a la vida dentro de esa variedad.
Sabado 16 de noviembre
Salimos mi hijo Diego y yo temprano hacia Javea. Él tiene varias cosas que hacer. Unas, relacionadas con el aceite que produce y que distribuye personalmente y otras, con los otros placeres de los que se ocupa. Huerto, del que cogemos distintas verduras y frutas. Gallinas, cuya producción de huevos nos permite disfrutar  de los realmente ecológicos. Y otros que hoy hemos compartido, como no tener el agobio del tráfico que sufrimos en verano, el almuerzo en el Mercado del pueblo, con variedades típicas de la zona, todas buenísimas,  y más tarde después de haber resuelto  él sus cosas y yo las mías, una frugal comida en la playa con el sol de la tarde arañando ya el horizonte, resguardados del viento y rodeados exclusivamente por extranjeros. Hablamos mucho y es un disfrute añadido.
Volvemos a media tarde. Yo cansada,  pero satisfecha por todo. Aunque mi ocupación principal, nada interesante. Simplemente reorganizar la casa después de haber pasado por ella mi hija, una amiga y cuatro niños el fin de semana largo a principio de noviembre ¡Increíble lo que hicieron en tres días!
Domingo 17 de noviembre
Todo el día en casa, escribiendo, corrigiendo, y poco más. Se agradece este sosiego ya  habitual los domingos.
Pía, la gatita, no parece notar diferencias en los días de la semana.  Poco a poco controla. Tanto, que el encontrar algo nuevo es una fiesta para ella. Saltos, cabriolas en el aire, sorpresa por un ruido inesperado y prolongadas siestas arrebujada  en un sillón constituyen su incipiente vida. Vida gatuna al fin y al cabo.
Anochece muy rápido acortándose por días la tardes en otoño.

Siete días más

Diario

11- XI-19
Hoy ha sido un día distinto. La repetición de las elecciones ha dado una gran fuerza al partido de ultraderecha VOX. Mi hija me ha dicho esta mañana con todos los motivos que no le chillase. A partir de ahí he entrado en una calma chicha que me ha llevado a hacer asuntos cotidianos placenteros que tenía pendientes. Pasear de buena mañana por Ruzafa cogida del brazo de Ricardo, por cierto tan elegante y divertido como siempre, y tomarnos un buen desayuno, comprar en el mercado esas aceitunas que me hinchan el alma, ir al Taller de Escritura con los deberes sin hacer, comer un buen caldo repleto de verduras, costillas de cerdo y fideos chinos, sestear, apenas porque me ha visitado el hombre del gas, joven, calvo, alto, guapo, encender la lámpara al lado del sofá, la manta por encima, la radio me acompañaba con música clásica perfecta, leer un libro pendiente de acabar, ojear y medio entender, porque están en francés, los  libritos con imágenes tan maravillosos que me mandó Beatriz desde París hechos por ella, y me acompañaba una de las infusiones que tanto me gustan componer. No había prisas, ni angustia, ni ansiedad, era yo conmigo. Para cenar he pensado en una buena tortilla de patata que nos merecíamos desde hacía tiempo, mientras la hacía una copa de vino a mi lado. Ha salido de muerte. Mi hija feliz, le gusta mucho. Y he acabado el día con una película de adolescentes listos donde la nieve era la protagonista, eso me pierde, me he dejado regodear por tres enamoramientos que acababan bien y me lo he querido creer, tan a gusto.
Siento que la humanidad retrocede, en vez de crear algo grande, universal, de encontrar el Amor oculto que llevamos en nuestro interior, vamos hacia estrecheces, represiones, fronteras, extremismos y totalitarismos de todo tipo.
A veces me siento simple, cada vez más con la edad. Ya no lo veo una desventaja.


12-XI-19
Un día corriente. Despertarse y ver todavía la luna llena, entre la copa de una palmera y la pared de una terraza blanca y sucia, me hace comenzar bien la mañana. Estaba tenue, despidiéndose. Todo elemento de la Naturaleza que se me presenta en la ciudad lo considero un regalo, a la vez me hace recordar que yo también formo parte de ella y que algún día moriré. Siempre he sentido que soy amiga de la muerte. Me acompaña desde el momento que nací, digo yo que a todos. Vida y muerte van unidas. A veces le hablo. Es egoísmo, es para que el día que me vaya con ella me trate con dulzura. El entierro más hermoso que he visto fue en Balí. Una gran fiesta llena de colorido y cánticos. Pienso en mi padre y mi madre. Qué manera tan distinta de partir, hubo tiempo de despedida con él, con ella apenas cuatro minutos. 
Antes de morir tengo que leer por primera vez algo de Joan Margarit, le han dado el Premio Cervantes. Cuántos premios y cuántos libros y cuántos somos. 
Hoy ya quiero parar de contar en este diario. 


13-XI-19
Ir al dentista. Toda la vida yendo. Debe ser una buena profesión. Ya hace tiempo que Edurne me hace la limpieza de boca, me da mucha seguridad. El último libro que he leído el protagonista es dentista y su mujer también, tal vez sea por eso que no me ha gustado mucho, yo diría que no lo he disfrutado. O acaso sea que no estoy casada que es de lo que en el fondo habla esta novela, del matrimonio. He cambiado varias veces de dentista, con éste me quedo, lo hace bien pero además tengo la estética por en medio, me explico, ir caminado es una gozada, Hoy he atravesado los jardines de Blasco Ibáñez, lloviznaba, ¿por qué será que los viandantes van por la acera aunque tengan cerca el verde?, veo a la diosa Atenea en el último tramo , cruzo hacia los Viveros y cuando llego a la consulta me espera, antes de la puerta, un pequeño camino de piedras bordeado por plantas, camino sintiéndome protegida, antes de tocar el timbre  me acoge un níspero. En la sala de espera me siento ante tres reproducciones de Matisse, las tres tienen el azul como protagonista. Me gustan mucho. El tema es Marruecos. Ningún ¡Hola! en la mesita y sí otras revistas interesantes que no me da nunca tiempo a leer.
¿Por qué a veces es tan difícil encontrar la belleza?, a mí me acerca a la calma me hace más fácil la existencia. La belle puede ser muy sencilla. Yo tengo un frutero que en cuanto lo lleno, me exalta mi ser. Me hace comulgar con la vida. Que cursi suena.
Me voy a dormir.

14- XI-19
Que blanda estoy. Hoy lloro, ningún motivo especial. Cuánto tiempo hacía. No me lo prohíbo, es bueno. Necesito estar sola. Tanta gente, tantas voces, tantos mensajes, todo exterior, muchos ruidos.  Me llama mi Voz. Cuando hace mucho que la olvido me llama. Entonces me abraza, comienza por el cráneo, se hincha por la espalda, recorre el torso, y de ahí a mi corazón. Es Mi esencia, entonces sé quién soy. Soy Todo y soy Nada. Soy un existir ahora en carne. Para saberlo, antes me tuve que abrasar, sola, sin saber qué ocurría. La Ciencia aquí no cabe. Voy a hacer un punto y aparte.
Se rompen las cosas, el artilugio para subir y bajar el store, el tubo de luz de la cocina. Se gastan las cosas, las paredes están por pintar, la lamparilla de noche ya no tiene pase. Se pierden las cosas, vas a escanear y no lo encuentras, vas a por la carpeta preciosa con flores y he aquí que dónde la debí meter.  Y quiero tenerlo todo controlado y sé que no puede ser, así que o me dejo fluir o voy a sufrir. Hoy me apetece vender la casa, tirarlo todo por la ventana, y empezar en un pequeño apartamento. Pequeño pero que quepan dos flores o una hoja.
Será que necesito la meditación que abandoné,  mi Zazen. Acaso será. O acaso simplemente aceptar lo que siento. Todo queremos cambiarlo. Carreras por ser alguien que no somos.
Fin de las cuestiones.

15-XI-19
Los viernes son distintos cuando ya no se trabaja de manera oficial. Ya no es la premura de sentirte libre de los jefes, de su imposición, de su prepotencia. Ahora es el descanso en los horarios que a mi edad llevo de la vida escolar. También hacer comidas y cenas permitiéndome algún extra de pizza comprada o similar. La cocina me gusta y también me agota. Después de comer durante muchos años fuera de casa agradezco ahora todo guiso recién hecho por mí. Estoy casera, me siento como los osos, mi cuerpo me pide hibernar. Parece que hay tantos reclamos en el exterior que no se deben dejar pasar. No sé si tienen que ver mis primeros 10 años entre viento y montaña con un ventanal grande que daba al campo pero necesito recluirme de los bullicios, de la ciudad, de los ruidos, de la gente. Recuerdo que en Ibiza me hacía paseos nocturnos por el monte, me acompañaban tres gatos y un perro, los echo de menos, a los paseos y a los animales. Demasiados cables y pantallas desde hace años. Los cables y yo no somos muy amigos.
No sé cómo he empezado ni como acabo.
Dejémoslo hoy.

16-XI-19
He tenido mi clase de Teatro. Disfruto al llegar al Puerto y sentir el aire marino. El camino de cuatro minutos entre árboles, tengo que averiguar sus nombres, es sólo mío, nunca hay nadie. La profe hoy ha estado un poco insolente, ella es así, también la de Ikebana el otro día. Debo ser yo que no aguanto críticas. ¡Ay ese ego!.
He cenado en casa de Ovidio con su mujer, Andrés, Laura y yo. Una cena griega, fabulosa y acogedora. Están recién llegados a Valencia, antes vivían entre Albacete y Nueva York. Una mezcla curiosa. La mujer de Ovidio, Vicki,  es neoyorkina descendiente de griegos. Su padre realizaba las portadas de revistas pintándolas, previamente había un trabajo de fotografía y de modelos. No sabe dónde exponer todo ese material. Hay mucho y es muy interesante. Era una cena inusual, tanto en la comida como en la mezcla de personas, tal vez por eso ha sido tan amena, había mucho de qué hablar.

17-XI-19
Prometí que iba a ver correr a mi hermano y así  lo he hecho, muy mi pesar de levantarme un domingo a las 7. A cada uno le da por un asunto en la vida, a él le ha dado por correr, ya no hace maratones entre asfaltos, ahora sólo montaña.
He conocido el pueblo de Aín en la Sierra de Espadán, pequeño, encantador, casas blancas, plantas en todas las calles, rodeado de montañas escarpadas, de granados y de caquis.
Día familiar sin mi hija, parece que no cuadra. Ella se ha quedado en casa haciendo un trabajo con compañeras de clase. Ayer por primera vez cocinó sola un arroz a la cubana, fue un gran regalo para mí, regresar yo de teatro y tener la comida hecha. Eso no tiene precio.
Hoy al llegar a casa y saludar a las cuatro adolescentes, me siento dichosa, sólo queda una ducha y descansar con libro, prensa, alguna peli o sin hacer nada. A veces habrá que aburrirse. ¿Por qué no?




domingo, 17 de noviembre de 2019

Las mareas


DIARIO

Lunes
Me he despertado a las seis de la mañana. Ya desde la cama he tenido la certeza de que hoy iba a ser un día de mierda, una semana de mierda y un mes similar.
El frío que ha hecho todo el día no ha ayudado a cambiar la tendencia.
Vi a M a la salida del colegio. SI le hubiera visto por la mañana quizás mi día se habría invertido. Me ha mirado. Me ha saludado. Le he mirado y he sonreído todo lo que he sido capaz. No ha sido mucho.

Martes
Hoy he ido y he vuelto a Barcelona en coche. Me encanta conducir. En el viaje de ida he estado escuchando música y viendo amanecer.
He pasado el día con una asociación de psicólogos y terapeutas especializados en adicciones. Ayudándoles a elaborar su plan estratégico. Hubiera estado muy divertido si los nervios no se hubieran apoderado de mi cada vez que tenía que hablar. Lo que ha provocado que viviera una guerra constante contra mi misma cada 3 minutos.
Todos han quedado contentos. Yo no. Estoy exhausta.
Menos mal que el camino de vuelta ha sido espectacular, con la luna llena alumbrando el negro asfalto, el negro cielo, el negro mediterráneo. 

Miércoles
Me he despertado a las 5:43 de la mañana. De golpe. De un susto. Estaba llena de pesadillas, sudor y frío.
Di vueltas y vueltas por las calles del Barrio. No había nadie. Al menos el frío me ha ayudado a calmar mis ansias.
Vi a M en el cole. Hubiera querido decirle algo. No he podido. No he sabido. No me he atrevido. El cansancio, el sueño y la pesadez me lo han impedido.
Jueves.
He encontrado la paz en la contabilidad. En los números. Las dos horas que paso en la academia son como un alprazolam retard que me dura todo el día.
Los números son certezas. Inamovibles. No generan ningún tipo de incertidumbre. Son la calma, la paz, la tranquilidad. La quietud absoluta.
Quisiera solo relacionarme con números. Hacer números, ser número. 

Viernes
A las 5:13 ya tenía los ojos abiertos y la mente disparada.
He salido a la calle sin lavarme la cara a ver si el frío del amanecer me impactaba en la frente y me devolvía la razón. El control sobre mi misma.
He tenido el frío metido en el cuerpo todo el día. La piel erizada. El tacto extraño. Los ojos muertos.
Vi a M en la calle. Iba en bici. Qué valiente. No me vio y el día siguió discurriendo sin mi. 

Sábado
Mi cuerpo no entiende de días de la semana.
La culpa es la misma. La ansiedad es la misma. La angustia sin embargo suele ser mayor.
Cambiar la rutina me destroza los nervios.
Hoy no sabía qué hacer con las manos. He estado todo el día mirándomelas. Lavándomelas. Tocándomelas sin querer tocar nada más.
Salí a correr para descargarme. Me puse guantes.
Después cociné. Con guantes. Comí, lavé la vajilla, fregué el suelo, pasé la aspiradora y quité el polvo. Con guantes.
Me masturbé con guantes. Fue raro. Pensé en M. En sus piernas. En su corte de pelo. En sus labios.
Me dormí con guantes.

Domingo.
A las 5:17 ya estaba despierta. Con un aluvión de pensamientos, ideas, sueños, y energía invadiéndome por dentro. Un Estalingrado en mi cabeza.
Un Vietnam en mi cuerpo.
Hay días que me levanto como con un subidón de anfetaminas.
He salido a correr para despejarme. Y no ha podido ser mejor idea. Todo bullía, florecía, crecía en mi interior.
He estado escribiendo casi todo el día. Ni he comido. Me he bebido 5 teteras de té verde con menta.
He encontrado la paz en la creatividad y la micción compulsiva.
Ojalá los días fueran así siempre. Sin angustia. Sin miedo. Sin ansia. Saliendo a la calle a pasear, cruzarme con M y que me invitase a un café.
Mañana vuelve a ser lunes. Qué tranquilidad.

La semana


Once de noviembre de 2019.
He consultado el santoral y al parecer hoy es el día de San Paciente. No pienso hablar del resultado electoral. San Paciente, mira, me ha dado la risa floja. Últimamente noto que estoy al límite de muchas cosas. 
Al límite de la solvencia. La hipoteca, los gastos fijos, los imprevistos, las ocasiones especiales… por mucho que me esfuerce en estirar el sueldo siempre acabo gastando más de lo que cobro. No sé cómo lo hago. Después mi hija me dice que no tiene pantalones y cuando la miro a los ojos no sé qué decir. 
Estoy, también, al límite de mi peso. La doctora me dijo en la última revisión que si gano un par de kilos dejaré el sobrepeso para caer a la ciénaga de la obesidad. Obesa, me repetí para ver si me entraba en la cabeza, seré obesa y moriré de un ataque al corazón. Somos un número en la gran estadística. 
Lo he intentado todo: dietas, ejercicio, yoga. Hasta hago Mindfulness en los pasillos del Carrefour para que la atención plena me ayude a elegir la compra semanal con prudencia. Yogures light, pechuga, lechuga. Respiro, noto el peso de mi cuerpo apoyado sobre las plantas de mis pies, me balanceo atrás, adelante, atrás, adelante y respiro. Aquí y ahora, como pone en el libro que me compré por Amazon. Pero después de tanta contención dejo la compra en el coche y me meto en el Mac Donald´s. A tomar por saco. Como me da vergüenza que la gente me vea comer, pido en el coche y engullo tranquila el menú XL en la parte más alejada del aparcamiento. Mientras como, siento bastante placer. Cuando termino, solo siento vergüenza.
Hoy es mi puñetero cumpleaños. Cumplo treinta y nueve. Sé que nadie se acordará de felicitarme, lo sé, lo sé, lo sé. Y me digo Aurora: ¿quién coño se va a acordar de ti? ¿A quién narices le importas? Antes era distinto, cuando tenía Facebook digo, cuando al menos me llegaban todas esas felicitaciones de gente que no ves nunca con iconos de corazones que vuelan hasta el cielo de la pantalla, pero me lo quité. Me di de baja de Facebook cuando falleció la abuela y vi que mis primas ponían una foto de su mano muerta con frases plañideras. Hijas de puta, pensé. Hijas de la gran puta. 
Cuando pienso en mi edad sé que quisiera tener otro hijo. Pero sin pareja y con los gorda que estoy, lo tengo crudo, a ver. Entre los michelines y mi asco por las peluquerías, qué desastre de verdad. Llevo un pelo… Pero es que no puedo con los ambientes cotillas. ¿Existirá en España alguna peluquería donde el sonido de secadores no se mezcle con los cuarenta principales? Y todas allí con el pelo pegado a la cabeza por el tinte y unas caras… Qué horror, de verdad. Cuánta fealdad hay en el mundo.
Pregunté por la inseminación en la Seguridad Social, pero al parecer si ya tienes un hijo no te entra. He visto que hay una clínica suiza que te envía el semen congelado y te lo metes tú con una jeringuilla, pero son 800 euros. Así que, nada, imposible. Aquí me quedo yo hasta que sean las ocho y pueda volver a casa con mi hija. Cenaremos algo rico. Hoy sí. Hoy a la ensalada le van a dar por ahí. Y un par de cervezas, también. Vamos, como está mandado.
Pero eso será cuando acabe el día. Mientras tanto yo aquí. A escribir a ratos este diario para que pase el tiempo y a devolverle el saludo a los señoritos poniendo buena cara. Que no veas la de veces que lo pienso: La vida pasa mientras yo estoy en esta portería, en esta finca de nuevos ricos, pedantes, pijos. La vida pasa, sí, y yo aquí sigo.

Doce de noviembre de 2019
Supongo que estoy cascada. Me duele la cabeza y hace frío en la portería. No me he quitado la chaqueta y la señora Maricarmen cuando ha bajado a sacar a la perrita me ha dicho: Si te movieras un poco se te iría el frío. Si te movieras un poco, si te movieras un poco, he pensado. Mientras le he sonreído asintiendo varias veces con la cabeza. A muchos de por aquí les encantaría verme dentro de la rueda de un hámster. Cómo molesta en este país la gente tranquila. ¿Me meto yo con alguien? 
Una vez tomé un LSD y tuve una alucinación muy desagradable, tuve la fantasía de que la lengua se me caía a pedazos y me la tragaba al masticar un cruasán relleno de chocolate. Eso es todo lo que mi mente da de sí con las sustancias psicotrópicas. Siempre me ha costado mostrar desacuerdo, por eso he acabado en este trabajo de lacaya. 
Me he puesto mortadela para almorzar y toda la portería huele a ajo. El olor me avergüenza. Solo desayuno un café y hasta que se hacen las diez y media mis tripas rugen como el león de la metro. Después cuando abro el papel de plata y miro el bocadillo no tengo paciencia. Pego unos bocados enormes y me miro en el espejo del patio y pienso que parezco una fiera salvaje comiéndose a su presa. Comer me animaliza. También tomo cacahuetes como una mona, no debería, lo sé, y una Coca-cola templada porque me la traigo de casa, que la del bar vale el triple. Mi hija quiere llevarse fruta para almorzar: manzanas, mandarinas y autoestima. Supongo que no quiere ser como su madre. 
Hoy se ha hecho una coleta muy alta y daba gusto verla tan arreglada camino del colegio. Qué responsable. Qué buena chiquilla. Y voy a dejar de pensar en ella o me echaré a llorar en plena portería. 

Miércoles 13 de noviembre de 2019.
Me ha llamado mi hermana y me ha dejado preocupada. Que van a cerrar la papelería. Ya nadie compra allí. Entre los chinos y el Amazon. Los dueños, Lucía y Manu, le han dicho que no van a poder pagarle el despido. Que están en la ruina y lo peor es que es verdad. Montar un negocio en España es arruinarse. Así que después de 12 años trabajando, lo que se suele decir, una mano delante y otra atrás. Y a ver ahora con 46 años que va a cumplir adónde va. Yo es lo que le he dicho, que yo aquí en la portería estoy muerta de frío y aburrimiento, pero es lo que hay. Ah, y poniendo buena cara y sonrisitas por la mierda de sueldo que me pagan. Explotada y sin rechistar. Ahora dicen que nos viene otra crisis. Otra. Claro. Y si no viene se la inventan. Como sacaron buena tajada de la anterior, cómo resistirse a más. La avaricia del ser humano no tiene límites. Cerdos, puercos, hijos de satanás.
Y el imbécil de mi cuñado tumbado en el sofá. Como es actor y escritor y director y no sé qué más, piensa cosas tan profundas que no le da para doblar el lomo. ¡Un muerto de hambre! Un muerto de hambre y un vago es lo que ha sido toda su vida. Mi pobre hermana.

Jueves 14 de noviembre
A Silvia le han suspendido el examen de matemáticas con un cuatro. Ya empezamos. Que era un examen sorpresa y que no sabía qué poner. Pero vamos a ver, si se pasa todos los días con la tablet, el móvil y saliendo con sus amigas, claro que las cosas le pillan por sorpresa. 
Me duele que la suspendan, me jode horrores, es tan buena niña. Ella no tiene las cosas fáciles, no tiene padre y yo soy un desastre, llego tan tarde a casa que casi se ha criado sola. Ahora, la puse a pasar el aspirador a toda la casa en cuanto me dio la mala noticia. Se han acabado la tablet, el telefonito y las salidas. Y se lo dije, le dije que los que suspenden, los que suspenden en esta vida, limpian la mierda de los demás. Yo saco todos los días un cubo bien grande de la basura los señoritos que viven aquí. Todos los días a las ocho, antes de marcharme para casa, para que no se me olvide durante la noche la alta misión que tengo encomendada en esta vida. Y cómo huelen de mal. Las basuras de los ricos y las de los pobres son como la muerte, igual para todos. Algunas, además, chorrean una peste inmunda a pescado podrido y después tengo que fregar el cubo. Meter la mano hasta casi la axila para quitar ese líquido infecto del demonio. Y se lo dije bien claro anoche a mi hija, para que lo tenga bien presente, que soy yo, yo, la que suspendió octavo de EGB y ya no encontró la forma de reengancharse, yo, la que se creía tan lista y se iba a comer el mundo, la que ha acabado de encargada de recoger la compresa usada de la del quinto, el trozo de carne escupido por el viejo con Alzheimer del octavo y las bolas de polvo y los pañales sucios y la fruta podrida. Encargada de la putrefacción de los demás, puerta por puerta. La recojo y la llevo hasta el contenedor, oliéndola bien de cerca, antes de regresar a casa justo a hora de cenar. 

Viernes 15 de noviembre
El imbécil de mi cuñado dice que estoy en fase anal. Que lo dice Freud. No entendí lo qué quería decir pero para el caso es lo mismo. A mi Freud me la sopla. Además, le dije, que ese Freud era un machista y él que va de progre feminista debería saberlo. Yo a los hombres no les envidio el pene, esa cosa amorfa y fea que les cuelga, yo a los hombres les envidio el sueldo. ¡Coño!
Anoche vinieron a cenar a casa, que yo lo que les dije es si no tenían otro día, que las personas normales madrugamos, pero ellos siempre han sido un desastre. Yo lo noto, noto que me miran como si fuese una marciana o como si hablara en chino. No quedamos en su casa porque eso parece el circo de los horrores. Todo por medio y mierda para parar un carro. Que abres un armario y parece que una bomba haya explotado dentro. 
Él sin oficio ni beneficio y mi hermana, la pobre, loquita de amor. Resultado: ruina total.
Que se van a la casa del pueblo. Que en la situación que están no pueden plantearse pagar un alquiler y han pensado en irse a Alborea. Querían pedirme permiso y explicarme  que ellos saben que yo voy en agosto pero que ese mes podemos compartir. Desde que faltó mamá ellos iban en julio y mi hija y yo en agosto, pero la primera semana me la pasaba limpiando y arreglando el desastre y la mierda que habían dejado.  
Qué asco de vida, te lo digo de verdad. Toda la vida trabajando para acabar en la casucha del pueblo que construyó papá a fines de semana. Les dije que por mí no se preocuparan, que Silvia cada vez quiere ir menos porque se aburre. Antes iba a la piscina municipal, tenía alguna amiguita, pero ahora le ha dado por encerrarse todo el día con la tablet, el ventilador y la cara de murria. Dice que allí en verano solo hay calor y moscas. Así que por mí pueden disponer de la casa todo lo que quieran, faltaría más que mi hermana se quede sin trabajo y yo le negara un techo, pero les dije que por favor mantuviesen un poco el orden y la limpieza y entonces fue cuando mi cuñado me dijo lo de la fase anal y todo se torció. Porque yo le dije que él boquita tiene mucha, el típico de consejos vendo que para mí no tengo y que se mirara él un poquito a ver si hay derecho a que mi hermana lleve toda la vida manteniéndolo. Y entonces empezó a hablar del neoliberalismo, la precariedad, la marginalidad tendenciosa del arte como destrucción del pensamiento crítico y no sé qué cosas más. Y yo se lo dije, tan listo que eres, tan listo, y no te llega para saber que “el arte” en España va junto y con hache, HE-LAR-TE, pero de hambre y frío. Mi hermana callaba y miraba el hule. Y entonces gritó que paráramos de una vez. Un grito seco, acompañado de un golpe en la mesa que hizo temblar los platos. Mi hija salió del cuarto, asomó la cabeza y preguntó si pasaba algo. Mi cuñado se levantó y le dio un beso y dijo que no pasaba nada, pero que ya se iban. 
Yo llevo toda la noche con el run-run. No he pegado ojo. Y ahora aquí, en la portería. Ha bajado el señor Antonio y me ha dicho que tenía mala cara, que parecía somnolienta. Somnolienta, ¿no te jode? Y nada, que en el quinto se ha fundido la bombilla del descansillo. Así que voy a por la escalera de aluminio del trastero y voy para allá. 

Sábado 16 de noviembre
Los sábado, en casa, toca zafarrancho. Tres lavadoras: sábanas, toallas y toda la ropa de las dos de toda la semana. Nos ponemos a las ocho. Silvia pasa el aspirador y quita el polvo y cuando acaba se pone a estudiar en su habitación. Yo hago el cuarto de baño y la cocina a fondo, tiendo y recojo las lavadoras, friego el suelo y hago las camas. Para que nos cunda tiene que estar todo en orden, en su sitio, porque si no se te va la vida arreglando lo que está fuera de lugar. Además detesto el desorden, con las cosas por el medio, no puedo. A Silvia le he insistido mucho en esto, desde pequeñita. En casa tenemos un lema: En casa MLJ (Mierdas Las Justas).
Sobre las doce terminamos, excepto la ropa que la plancho los domingos. Entonces cojo el coche y voy al Carrefour a hacer la compra y a poner gasolina porque con el ticket dan descuento. 
Una tiene la impresión de salirse las restricciones cuando entra en Carrefour. Allí todo es grande, todo está en orden y por categorías y aunque sea inmenso es fácil manejarse cuando te lo conoces. En Carrefour venden todo lo que el ser humano podría necesitar: teles, camas y garbanzos. Todo junto y bien colocado. Cada cosa en su sección y cada sección multiplicada en mil productos. Ahora, hay que ir con tiempo porque el de mi zona es descomunal. Qué diferencia con el cubículo de la portería o con mi piso. Sólo el trayecto desde el aparcamiento hasta los arcos de seguridad de la entrada ya son diez minutos.¿No dicen que andar es bueno? Así que mindfulness y sin pisas. 
Nada más llegar, en la entrada, las súper ofertas, precios imbatibles y el tres por dos. Es llegar y ya se van al traste todos los propósitos de enmienda de grasa y gasto: longanizas de pascua a ocho euros el kilo, ves y cómpralas en la carnicería a ver qué te cuestan. Y tres por dos en cerveza, atún, aceite de buena marca… Pan, del que quieras, pasta, de la que te de la gana, tomate frito, del que se te ocurra. Allí está todo. Lo que te puedas imaginar, está. La carne es buena y con las ofertas, si tienes buen ojo y no vas con lista cerrada, puedes ahorrar un montón. Te escapas del sota, caballo y rey del Mercadona. Yo los de barrio los utilizo sólo para los olvidos, pero para comer bien, la compra en el Carrefour.
Y al final, premio, la fila única. Qué gran invento. Así no se cuela ningún listo. Todos igual: feos y guapos, altos y bajos a la misma cola. Todos igual, como el IVA. 
A veces, a primeros de mes sobre todo, Silvia me acompaña y comemos en el Wok o en el Burguer King. Y cuando viene siempre le cae algo. Una camiseta en el Springfield, o una alguna cosita del Bershka, unas mallas, lo que sea. Siempre pica algo. Yo le digo que luego no se lo pone, que siempre va con lo mismo pero me mira con esa carita y no soy capaz de negarme. ¿Quién podría? Es tan buena cría.
Llegar a casa, dejar la compra y ya. La tarde es para mí. Mi reino. Ahí que no se moleste nadie en llamarme porque la tarde de los sábados es más sagrada que la oblea que dan en misa. Me pongo en el sofá, me cojo un paquete de pipas y una coca-cola y enchufo el Netflix. Y un capitulo y otro y otro y otro. A veces me levanto hasta mareada. 


Domingo 17 de noviembre
Silvia ha llegado muy tarde hoy, eran casi las seis de la mañana, borracha y no sé si algo más. Llevaba los ojos muy raros y apestaba a alcohol. La he mandado para la cama y le he dicho que cuando se despierte hablaremos, vaya si hablaremos. ¡Del gobierno!
Estoy preocupada. Me he puesto con la plancha a ver si me relajo porque estoy que trino.
Ahora me ha llamado mi hermana pidiéndome perdón. Que perdonara lo de la otra noche pero que están los dos muy nerviosos. Que a Jaime le han denegado la beca de dramaturgia con la que contaban para el nuevo proyecto y que lo lleva fatal. Yo le he dicho que me perdonaran ellos a mí, que lo sentía de verdad, lo de su trabajo y lo de la beca de Jaime y lo de la otra noche también y hemos acabado las dos llorando al teléfono como dos idiotas. Le he dicho que no se preocupara, que todo se va a arreglar, que ya vería como todo se arregla, pero era mentira. Mentira podrida. Nada se va a arreglar. Nada. Nada de nada.


Grandes superficies es un reto de escritura. Un reto asumido, pero no fácil. Existen muchos tipos de superficies. Unas reales, físicas, es...