Diario
11- XI-19
Hoy ha sido un día
distinto. La repetición de las elecciones ha dado una gran fuerza al partido de
ultraderecha VOX. Mi hija me ha dicho esta mañana con todos los motivos que no
le chillase. A partir de ahí he entrado en una calma chicha que me ha llevado a
hacer asuntos cotidianos placenteros que tenía pendientes. Pasear de buena
mañana por Ruzafa cogida del brazo de Ricardo, por cierto tan elegante y
divertido como siempre, y tomarnos un buen desayuno, comprar en el mercado esas
aceitunas que me hinchan el alma, ir al Taller de Escritura con los deberes sin
hacer, comer un buen caldo repleto de verduras, costillas de cerdo y fideos
chinos, sestear, apenas porque me ha visitado el hombre del gas, joven, calvo,
alto, guapo, encender la lámpara al lado del sofá, la manta por encima, la
radio me acompañaba con música clásica perfecta, leer un libro pendiente de
acabar, ojear y medio entender, porque están en francés, los libritos con imágenes tan maravillosos que me mandó
Beatriz desde París hechos por ella, y me acompañaba una de las infusiones que
tanto me gustan componer. No había prisas, ni angustia, ni ansiedad, era yo
conmigo. Para cenar he pensado en una buena tortilla de patata que nos
merecíamos desde hacía tiempo, mientras la hacía una copa de vino a mi lado. Ha
salido de muerte. Mi hija feliz, le gusta mucho. Y he acabado el día con una
película de adolescentes listos donde la nieve era la protagonista, eso me
pierde, me he dejado regodear por tres enamoramientos que acababan bien y me lo
he querido creer, tan a gusto.
Siento que la humanidad
retrocede, en vez de crear algo grande, universal, de encontrar el Amor oculto
que llevamos en nuestro interior, vamos hacia estrecheces, represiones,
fronteras, extremismos y totalitarismos de todo tipo.
A veces me siento simple,
cada vez más con la edad. Ya no lo veo una desventaja.
12-XI-19
Un día corriente.
Despertarse y ver todavía la luna llena, entre la copa de una palmera y la pared
de una terraza blanca y sucia, me hace comenzar bien la mañana. Estaba tenue, despidiéndose.
Todo elemento de la Naturaleza que se me presenta en la ciudad lo considero un
regalo, a la vez me hace recordar que yo también formo parte de ella y que algún
día moriré. Siempre he sentido que soy amiga de la muerte. Me acompaña desde el
momento que nací, digo yo que a todos. Vida y muerte van unidas. A veces le
hablo. Es egoísmo, es para que el día que me vaya con ella me trate con
dulzura. El entierro más hermoso que he visto fue en Balí. Una gran fiesta
llena de colorido y cánticos. Pienso en mi padre y mi madre. Qué manera tan
distinta de partir, hubo tiempo de despedida con él, con ella apenas cuatro
minutos.
Antes de morir tengo que leer por primera vez algo de Joan Margarit, le han dado el Premio Cervantes. Cuántos premios y cuántos libros y cuántos somos.
Hoy ya quiero parar de contar en este diario.
Antes de morir tengo que leer por primera vez algo de Joan Margarit, le han dado el Premio Cervantes. Cuántos premios y cuántos libros y cuántos somos.
Hoy ya quiero parar de contar en este diario.
13-XI-19
Ir al dentista. Toda la
vida yendo. Debe ser una buena profesión. Ya hace tiempo que Edurne me hace la
limpieza de boca, me da mucha seguridad. El último libro que he leído el
protagonista es dentista y su mujer también, tal vez sea por eso que no me ha
gustado mucho, yo diría que no lo he disfrutado. O acaso sea que no estoy
casada que es de lo que en el fondo habla esta novela, del matrimonio. He
cambiado varias veces de dentista, con éste me quedo, lo hace bien pero además
tengo la estética por en medio, me explico, ir caminado es una gozada, Hoy he
atravesado los jardines de Blasco Ibáñez, lloviznaba, ¿por qué será que los
viandantes van por la acera aunque tengan cerca el verde?, veo a la diosa Atenea
en el último tramo , cruzo hacia los Viveros y cuando llego a la consulta me
espera, antes de la puerta, un pequeño camino de piedras bordeado por plantas,
camino sintiéndome protegida, antes de tocar el timbre me acoge un níspero. En la sala de espera me
siento ante tres reproducciones de Matisse, las tres tienen el azul como
protagonista. Me gustan mucho. El tema es Marruecos. Ningún ¡Hola! en la mesita
y sí otras revistas interesantes que no me da nunca tiempo a leer.
¿Por qué a veces es tan
difícil encontrar la belleza?, a mí me acerca a la calma me hace más fácil la
existencia. La belle puede ser muy sencilla. Yo tengo un frutero que en cuanto
lo lleno, me exalta mi ser. Me hace comulgar con la vida. Que cursi suena.
Me voy a dormir.
14- XI-19
Que blanda estoy. Hoy
lloro, ningún motivo especial. Cuánto tiempo hacía. No me lo prohíbo, es bueno.
Necesito estar sola. Tanta gente, tantas voces, tantos mensajes, todo exterior,
muchos ruidos. Me llama mi Voz. Cuando
hace mucho que la olvido me llama. Entonces me abraza, comienza por el cráneo,
se hincha por la espalda, recorre el torso, y de ahí a mi corazón. Es Mi
esencia, entonces sé quién soy. Soy Todo y soy Nada. Soy un existir ahora en
carne. Para saberlo, antes me tuve que abrasar, sola, sin saber qué ocurría. La
Ciencia aquí no cabe. Voy a hacer un punto y aparte.
Se rompen las cosas, el
artilugio para subir y bajar el store, el tubo de luz de la cocina. Se gastan
las cosas, las paredes están por pintar, la lamparilla de noche ya no tiene
pase. Se pierden las cosas, vas a escanear y no lo encuentras, vas a por la
carpeta preciosa con flores y he aquí que dónde la debí meter. Y quiero tenerlo todo controlado y sé que no
puede ser, así que o me dejo fluir o voy a sufrir. Hoy me apetece vender la
casa, tirarlo todo por la ventana, y empezar en un pequeño apartamento. Pequeño
pero que quepan dos flores o una hoja.
Será que necesito la
meditación que abandoné, mi Zazen. Acaso
será. O acaso simplemente aceptar lo que siento. Todo queremos cambiarlo.
Carreras por ser alguien que no somos.
Fin de las cuestiones.
15-XI-19
Los viernes son distintos
cuando ya no se trabaja de manera oficial. Ya no es la premura de sentirte
libre de los jefes, de su imposición, de su prepotencia. Ahora es el descanso
en los horarios que a mi edad llevo de la vida escolar. También hacer comidas y
cenas permitiéndome algún extra de pizza comprada o similar. La cocina me gusta
y también me agota. Después de comer durante muchos años fuera de casa
agradezco ahora todo guiso recién hecho por mí. Estoy casera, me siento como
los osos, mi cuerpo me pide hibernar. Parece que hay tantos reclamos en el
exterior que no se deben dejar pasar. No sé si tienen que ver mis primeros 10
años entre viento y montaña con un ventanal grande que daba al campo pero necesito
recluirme de los bullicios, de la ciudad, de los ruidos, de la gente. Recuerdo
que en Ibiza me hacía paseos nocturnos por el monte, me acompañaban tres gatos
y un perro, los echo de menos, a los paseos y a los animales. Demasiados cables
y pantallas desde hace años. Los cables y yo no somos muy amigos.
No sé cómo he empezado ni
como acabo.
Dejémoslo hoy.
16-XI-19
He tenido mi clase de
Teatro. Disfruto al llegar al Puerto y sentir el aire marino. El camino de
cuatro minutos entre árboles, tengo que averiguar sus nombres, es sólo mío,
nunca hay nadie. La profe hoy ha estado un poco insolente, ella es así, también
la de Ikebana el otro día. Debo ser yo que no aguanto críticas. ¡Ay ese ego!.
He cenado en casa de Ovidio
con su mujer, Andrés, Laura y yo. Una cena griega, fabulosa y acogedora. Están
recién llegados a Valencia, antes vivían entre Albacete y Nueva York. Una mezcla
curiosa. La mujer de Ovidio, Vicki, es
neoyorkina descendiente de griegos. Su padre realizaba las portadas de revistas
pintándolas, previamente había un trabajo de fotografía y de modelos. No sabe
dónde exponer todo ese material. Hay mucho y es muy interesante. Era una cena
inusual, tanto en la comida como en la mezcla de personas, tal vez por eso ha
sido tan amena, había mucho de qué hablar.
17-XI-19
Prometí que iba a ver
correr a mi hermano y así lo he hecho, muy
mi pesar de levantarme un domingo a las 7. A cada uno le da por un asunto en la
vida, a él le ha dado por correr, ya no hace maratones entre asfaltos, ahora
sólo montaña.
He conocido el pueblo de
Aín en la Sierra de Espadán, pequeño, encantador, casas blancas, plantas en
todas las calles, rodeado de montañas escarpadas, de granados y de caquis.
Día familiar sin mi hija,
parece que no cuadra. Ella se ha quedado en casa haciendo un trabajo con
compañeras de clase. Ayer por primera vez cocinó sola un arroz a la cubana, fue
un gran regalo para mí, regresar yo de teatro y tener la comida hecha. Eso no
tiene precio.
Hoy al llegar a casa y
saludar a las cuatro adolescentes, me siento dichosa, sólo queda una ducha y
descansar con libro, prensa, alguna peli o sin hacer nada. A veces habrá que
aburrirse. ¿Por qué no?
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