lunes, 18 de noviembre de 2019

Siete días más

Diario

11- XI-19
Hoy ha sido un día distinto. La repetición de las elecciones ha dado una gran fuerza al partido de ultraderecha VOX. Mi hija me ha dicho esta mañana con todos los motivos que no le chillase. A partir de ahí he entrado en una calma chicha que me ha llevado a hacer asuntos cotidianos placenteros que tenía pendientes. Pasear de buena mañana por Ruzafa cogida del brazo de Ricardo, por cierto tan elegante y divertido como siempre, y tomarnos un buen desayuno, comprar en el mercado esas aceitunas que me hinchan el alma, ir al Taller de Escritura con los deberes sin hacer, comer un buen caldo repleto de verduras, costillas de cerdo y fideos chinos, sestear, apenas porque me ha visitado el hombre del gas, joven, calvo, alto, guapo, encender la lámpara al lado del sofá, la manta por encima, la radio me acompañaba con música clásica perfecta, leer un libro pendiente de acabar, ojear y medio entender, porque están en francés, los  libritos con imágenes tan maravillosos que me mandó Beatriz desde París hechos por ella, y me acompañaba una de las infusiones que tanto me gustan componer. No había prisas, ni angustia, ni ansiedad, era yo conmigo. Para cenar he pensado en una buena tortilla de patata que nos merecíamos desde hacía tiempo, mientras la hacía una copa de vino a mi lado. Ha salido de muerte. Mi hija feliz, le gusta mucho. Y he acabado el día con una película de adolescentes listos donde la nieve era la protagonista, eso me pierde, me he dejado regodear por tres enamoramientos que acababan bien y me lo he querido creer, tan a gusto.
Siento que la humanidad retrocede, en vez de crear algo grande, universal, de encontrar el Amor oculto que llevamos en nuestro interior, vamos hacia estrecheces, represiones, fronteras, extremismos y totalitarismos de todo tipo.
A veces me siento simple, cada vez más con la edad. Ya no lo veo una desventaja.


12-XI-19
Un día corriente. Despertarse y ver todavía la luna llena, entre la copa de una palmera y la pared de una terraza blanca y sucia, me hace comenzar bien la mañana. Estaba tenue, despidiéndose. Todo elemento de la Naturaleza que se me presenta en la ciudad lo considero un regalo, a la vez me hace recordar que yo también formo parte de ella y que algún día moriré. Siempre he sentido que soy amiga de la muerte. Me acompaña desde el momento que nací, digo yo que a todos. Vida y muerte van unidas. A veces le hablo. Es egoísmo, es para que el día que me vaya con ella me trate con dulzura. El entierro más hermoso que he visto fue en Balí. Una gran fiesta llena de colorido y cánticos. Pienso en mi padre y mi madre. Qué manera tan distinta de partir, hubo tiempo de despedida con él, con ella apenas cuatro minutos. 
Antes de morir tengo que leer por primera vez algo de Joan Margarit, le han dado el Premio Cervantes. Cuántos premios y cuántos libros y cuántos somos. 
Hoy ya quiero parar de contar en este diario. 


13-XI-19
Ir al dentista. Toda la vida yendo. Debe ser una buena profesión. Ya hace tiempo que Edurne me hace la limpieza de boca, me da mucha seguridad. El último libro que he leído el protagonista es dentista y su mujer también, tal vez sea por eso que no me ha gustado mucho, yo diría que no lo he disfrutado. O acaso sea que no estoy casada que es de lo que en el fondo habla esta novela, del matrimonio. He cambiado varias veces de dentista, con éste me quedo, lo hace bien pero además tengo la estética por en medio, me explico, ir caminado es una gozada, Hoy he atravesado los jardines de Blasco Ibáñez, lloviznaba, ¿por qué será que los viandantes van por la acera aunque tengan cerca el verde?, veo a la diosa Atenea en el último tramo , cruzo hacia los Viveros y cuando llego a la consulta me espera, antes de la puerta, un pequeño camino de piedras bordeado por plantas, camino sintiéndome protegida, antes de tocar el timbre  me acoge un níspero. En la sala de espera me siento ante tres reproducciones de Matisse, las tres tienen el azul como protagonista. Me gustan mucho. El tema es Marruecos. Ningún ¡Hola! en la mesita y sí otras revistas interesantes que no me da nunca tiempo a leer.
¿Por qué a veces es tan difícil encontrar la belleza?, a mí me acerca a la calma me hace más fácil la existencia. La belle puede ser muy sencilla. Yo tengo un frutero que en cuanto lo lleno, me exalta mi ser. Me hace comulgar con la vida. Que cursi suena.
Me voy a dormir.

14- XI-19
Que blanda estoy. Hoy lloro, ningún motivo especial. Cuánto tiempo hacía. No me lo prohíbo, es bueno. Necesito estar sola. Tanta gente, tantas voces, tantos mensajes, todo exterior, muchos ruidos.  Me llama mi Voz. Cuando hace mucho que la olvido me llama. Entonces me abraza, comienza por el cráneo, se hincha por la espalda, recorre el torso, y de ahí a mi corazón. Es Mi esencia, entonces sé quién soy. Soy Todo y soy Nada. Soy un existir ahora en carne. Para saberlo, antes me tuve que abrasar, sola, sin saber qué ocurría. La Ciencia aquí no cabe. Voy a hacer un punto y aparte.
Se rompen las cosas, el artilugio para subir y bajar el store, el tubo de luz de la cocina. Se gastan las cosas, las paredes están por pintar, la lamparilla de noche ya no tiene pase. Se pierden las cosas, vas a escanear y no lo encuentras, vas a por la carpeta preciosa con flores y he aquí que dónde la debí meter.  Y quiero tenerlo todo controlado y sé que no puede ser, así que o me dejo fluir o voy a sufrir. Hoy me apetece vender la casa, tirarlo todo por la ventana, y empezar en un pequeño apartamento. Pequeño pero que quepan dos flores o una hoja.
Será que necesito la meditación que abandoné,  mi Zazen. Acaso será. O acaso simplemente aceptar lo que siento. Todo queremos cambiarlo. Carreras por ser alguien que no somos.
Fin de las cuestiones.

15-XI-19
Los viernes son distintos cuando ya no se trabaja de manera oficial. Ya no es la premura de sentirte libre de los jefes, de su imposición, de su prepotencia. Ahora es el descanso en los horarios que a mi edad llevo de la vida escolar. También hacer comidas y cenas permitiéndome algún extra de pizza comprada o similar. La cocina me gusta y también me agota. Después de comer durante muchos años fuera de casa agradezco ahora todo guiso recién hecho por mí. Estoy casera, me siento como los osos, mi cuerpo me pide hibernar. Parece que hay tantos reclamos en el exterior que no se deben dejar pasar. No sé si tienen que ver mis primeros 10 años entre viento y montaña con un ventanal grande que daba al campo pero necesito recluirme de los bullicios, de la ciudad, de los ruidos, de la gente. Recuerdo que en Ibiza me hacía paseos nocturnos por el monte, me acompañaban tres gatos y un perro, los echo de menos, a los paseos y a los animales. Demasiados cables y pantallas desde hace años. Los cables y yo no somos muy amigos.
No sé cómo he empezado ni como acabo.
Dejémoslo hoy.

16-XI-19
He tenido mi clase de Teatro. Disfruto al llegar al Puerto y sentir el aire marino. El camino de cuatro minutos entre árboles, tengo que averiguar sus nombres, es sólo mío, nunca hay nadie. La profe hoy ha estado un poco insolente, ella es así, también la de Ikebana el otro día. Debo ser yo que no aguanto críticas. ¡Ay ese ego!.
He cenado en casa de Ovidio con su mujer, Andrés, Laura y yo. Una cena griega, fabulosa y acogedora. Están recién llegados a Valencia, antes vivían entre Albacete y Nueva York. Una mezcla curiosa. La mujer de Ovidio, Vicki,  es neoyorkina descendiente de griegos. Su padre realizaba las portadas de revistas pintándolas, previamente había un trabajo de fotografía y de modelos. No sabe dónde exponer todo ese material. Hay mucho y es muy interesante. Era una cena inusual, tanto en la comida como en la mezcla de personas, tal vez por eso ha sido tan amena, había mucho de qué hablar.

17-XI-19
Prometí que iba a ver correr a mi hermano y así  lo he hecho, muy mi pesar de levantarme un domingo a las 7. A cada uno le da por un asunto en la vida, a él le ha dado por correr, ya no hace maratones entre asfaltos, ahora sólo montaña.
He conocido el pueblo de Aín en la Sierra de Espadán, pequeño, encantador, casas blancas, plantas en todas las calles, rodeado de montañas escarpadas, de granados y de caquis.
Día familiar sin mi hija, parece que no cuadra. Ella se ha quedado en casa haciendo un trabajo con compañeras de clase. Ayer por primera vez cocinó sola un arroz a la cubana, fue un gran regalo para mí, regresar yo de teatro y tener la comida hecha. Eso no tiene precio.
Hoy al llegar a casa y saludar a las cuatro adolescentes, me siento dichosa, sólo queda una ducha y descansar con libro, prensa, alguna peli o sin hacer nada. A veces habrá que aburrirse. ¿Por qué no?




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