DIARIO
Lunes
11 de noviembre 2019
Hoy es el día D. El día
después de… el primer día de la primera semana de frío… el primer día que un
líder de un partido político dimite (?)… el primer día donde se empieza, otra
vez a cantar "el cara el sol". El primer día del resto de los días
que me quedan por vivir.
Como todos los lunes ando
expectante hacia el taller de escritura. Es un recorrido, aunque no cotidiano, hecho con frecuencia desde hace
muchos años, casi cincuenta. Al entrar en la biblioteca, me envuelve el silencio
compañero inseparable de los libros. Un
hombre mayor, frente a la pantalla del ordenador, contempla el resultado de las
últimas elecciones en un mapa de España. No sé si está contento o
apesadumbrado. Yo feliz de hacer este recorrido hoy, desde mi casa a la
biblioteca y segura de que muchos de los que viven en el barrio están contentos.
Yo no.
Lo más excepcional de mi
barrio es una pareja de vagabundos que llevan tiempo viviendo en la calle.
Sorprendente, pero cierto. En un banco recién pintado, pasan su vida sin pedir nada
ni entrometerse con los habitantes del barrio. En algunas ocasiones, ellos se
insultan. Cuando lo hacen, sus voces resuenan estruendosas recorriendo la calle.
Dice la gente, que es un buen barrio, tranquilo. Hoy al ver a este hombre y
esta mujer, no sé si están contentos o pesarosos. No se maldicen, siguen sentados
en su banco con las miradas vacías. Una nota de color en el barrio.
Martes
12 de noviembre
Los martes bailo. También
los jueves, durante hora y media. Esta mañana hemos celebrado con Abel, nuestro
profe y experto danzador, su
aniversario. Un buen tipo, liviano, sofisticado a ratos, de buen humor siempre.
Le preocupa la gente marginada, discapacitados del tipo que sean, con los que
suele compartir coreografías. Tiene menos años que la mayoría de nuestros
hijos. Me refiero a nosotras, sus alumnas. Las que bailamos felices, copiando
sus pasos y tratando de llevar el compás con los ritmos que ocupan los dos
espacios, el real y el proyectado en el espejo. De cuando en cuando, un hombre
o dos, en la última fila trata de igualarnos, pero pese a sus esfuerzos, no lo
consiguen.
Hoy por la tarde, he ido al
cine. A llenarme de tristeza con la última película de Ken Loach. El Guión de
Paul Laverty, marido de Iciar Bollaín. Y como es habitual en estos dos
directores, siempre nos ofrecen una historia social, comprometida y crítica. Esta
última cinta, (Sorry we missed you)
me produjo una grieta en el alma, cerca
del corazón, en las mismas entrañas. Sensaciones transmitidas por la magia del cine con falsa
imágenes que nos atrapan y el secreto de las palabras que cuentan historias
inventadas o no..
Al volver, ya cerca de casa,
he visto por la acera un enano. Un hombre diminuto. Llevaba un perro, no sé qué
raza, sujeto con una correa y era mucho más grande el perro, que el hombre. El
animal acompasaba sus pasos a los de él y la imagen impactaba por lo inusual. He
salido de un mundo de silencios oscuros y sin pretenderlo he entrado, al
recordarlo, en el onírico mundo de Fellini. Día de contrastes, día de cine.
Me recibe en casa, la pequeña
Pía reclamando atención. Hoy no hemos compartido demasiados mimos, travesuras,
ni desencuentros. Necesarios éstos, para que me deje teclear de forma ordenada
las palabras que preciso. No sé si acertadas o no, pero necesarias. Ronronea.
Miércoles
13 de noviembre
Un mensaje mal leído, me
lleva al Hospital Clínico cuando lo correcto era ir al Hospital General para
asistir a una conferencia sobre inteligencia emocional. Por supuesto ni siquiera
me lo planteo, está demasiado lejos.
Había decidido, después de la charla, acudir paseando al Museo de Bellas Artes
donde hoy comemos el grupo de la Nau Gran. Ante el error cambio los planes.
Una ligera lluvia en pocos
minutos ha conseguido agrisar el asfalto. Muchos paraguas surgen por todas partes
y la gente camina rápida bajo sus cúpulas de colores. Decido arriesgarme y
pensar que serán pocas gotas, como así ocurre. Me dirijo en autobús hacía las
Torres de Serranos y desde allí, caminando hacia el IVAM, siempre interesante,
y que desde hace mucho no visito. La exposición más atractiva en este momento,
es sin lugar a dudas, la de Dubuffet. No recuerdo que su obra haya estado nunca
en Valencia. Su lenguaje artístico, dentro del movimiento conocido como Art
Brut, nunca me ha atraído demasiado. Es cierto que aportó una visión nueva y muy distinta a los
planteamientos del arte, pero al leer sus manifiestos, me reafirmo en lo que
siempre me ha parecido. Un Nihilista empedernido que niega absolutamente "todo" y principalmente las
palabras, la escritura. Aboga por la oralidad, según él, tiene una mejor
comprensión. (Depende)
En cambio he descubierto, en
otra sala, obra de Julio González que no conocía. Creo que la historia no
ha valorado suficientemente su obra.
Ocurre con frecuencia en el arte. Al
salir a la calle luce un sol espléndido y el paseo hacia la comida en el antiguo
Pio V, resulta muy agradable. Me encanta el sol.
Jueves
14 de noviembre
Como el martes, hoy también
bailo, sudo, olvido mis años… aunque
siempre, en estas circunstancias, me recuerdan los que tengo.
En mi casa están comunicados
dos pisos por una escalera de caracol. En el de arriba habitamos y el de abajo está lleno, muy lleno, de
cuadros, libros y trastos que necesito para trabajar la pintura, el dibujo, técnicas
varias. No creo tener el "Síndrome de Diógenes", pero lo dudo cada
vez que hago limpieza del estudio a fondo.
En el espacio más amplio de
este piso, tengo una mesa en ángulo recto donde está el ordenador, algunos papeles
con notas, carpetas y un montón de disquetes. También con un cierto desorden. El
tabique más próximo, cuando me pongo a escribir en esta habitación, lo comparto
con el piso de enfrente. Nos une el rellano. En mi piso-estudio suena con
frecuencia Radio Clásica, un dial fijo en la radio, que según el vecino
psicólogo del piso de más abajo está en muchas ocasiones demasiado fuerte. Siempre que me llama la atención por el
excesivo volumen dice que le gusta, pero no le parece correcto que se oiga, cuando
tiene sesiones. Así que la quito. Cuando no hay música, o sea cuando hay terapia
psicológica, silencio total. Sólo las teclas del ordenador.
Por la tarde, al bajar al piso
y a través de la pared, he escuchado una voz de hombre en tono muy fuerte y muy
agrio. Aunque no se distinguían con claridad sus palabras, sí que sonaban a
insultos y desaprobaciones. Luego una voz de mujer contraatacaba, pero no
demasiado. Me ha parecido terrible oír y no ver a los
"contrincantes", pero la cantidad y el tono, eran de manera muy clara,
masculinas. Me acordé, inmediatamente, de Siri Hustvedt y sus recuerdos sobre el
piso de estudiante que habitaba en New York, compartiendo tabique con su vecina
Lucy. Me hubiera gustado tener como ella un estetoscopio para poder escuchar y escribir
lo que escuchaba. Naturalmente, esto sugerido por la lectura este verano de
"Recuerdos del futuro". Además, a los vecinos los he visto en algunas
ocasiones, no demasiadas, y supongo que no darían tanto de sí como a ella le dio
Lucy hablando sola. Raritos me parecen. Bueno rectifico, como muchos, un
matrimonio más que guarda apariencias.
Viernes
15 de noviembre
Ayer escribí a primera hora
de la tarde antes de irme al Palau de les
Arts. Tengo un abono desde hace años
para diez audiciones de la Orquesta de Valencia y como están restaurando el de
la Música, han decidido hacerlos en el Auditorio del otro Palau. Es el segundo
concierto al que voy y como el primer día, me puse de los nervios. La música muy
bien, pero lo demás todo fatal, desde Calatrava hasta las butacas, pasando por
lo que llaman la cafetería. Así que empiezo a escribir recordando un poco el
ayer.
Hoy vienes, he tenido poca
actividad. Además la semana ha estado completa con poco tiempo para escribir.
Se completan las actividades con marido y casa que incluyen "mis labores",
según decían los documentos de aquella época ya lejana, afortunadamente.
Esta mañana he ido a la
peluquería. Mi única salida hoy. En verano y con buen tiempo me lavo el pelo en casa cuando la ducha, pero
ahora, prefiero que me lo laven y me masajeen. Y si a la salida me encuentro a
alguien conocido, mejor conocida y me dice: vienes de la peluquería, a qué sí.
Me voy a casa tan contenta por lo guapa que me ha encontrado la vecina del
barrio.
Pero hoy, ha resultado
interesante la peluquería, además de por salir mejorada. He oído a dos mujeres
que hablaban y me ha sorprendido escuchar una frase, que suena a tópico, a
título de libro o ha diagnóstico de psicólogo. Todo puede que pueda ser.
"El hombre en busca de sentido" es el título del libro al que me refiero. Escrito
por un psicólogo llamado Viktor Frankl. En la conversación, sin pretender
escuchar, pero inevitable no hacerlo, se hablaba de alguien joven, no importa
si chico o chica, que desesperado de la vida había querido quitársela tirándose
desde la ventana, supongo que de su casa, situada en un primer piso. La poca
altura de la caída ha provocado que actualmente esté en una silla de ruedas y
sea dependiente total. Este suicidio frustrado, la ha devuelto, si alguna vez
las tuvo, las ganas de vivir. Actualmente es una persona feliz y ha encontrado su
sentido en la vida, decía la mujer. Le habían ayudado a encontrarlo, el
sentido, otras personas en iguales o parecidas circunstancias. Se supone que
todos debemos buscarlo, según el psiquiatra. O al menos que tratemos de hacerlo, para ser más felices.
Al cursar tercero del itinerario de psicología en la Nau Gran,
he aprendido (aunque sin exámenes) mucho sobre el ser humano, o sobre el
cerebro del ser humano (y de otros animalitos). Sus posibles alteraciones,
desvaríos, psicosis, enfermedades, neurosis, manías… y un montón de etcéteras
más. Interesantes todos, múltiples y variados. En realidad es la esencia de los
humanos, la pluralidad. Y según Frankl debemos encontrarle sentido a la vida dentro
de esa variedad.
Sabado
16 de noviembre
Salimos mi hijo Diego y yo
temprano hacia Javea. Él tiene varias cosas que hacer. Unas, relacionadas con
el aceite que produce y que distribuye personalmente y otras, con los otros
placeres de los que se ocupa. Huerto, del que cogemos distintas verduras y
frutas. Gallinas, cuya producción de huevos nos permite disfrutar de
los realmente ecológicos. Y otros que hoy hemos compartido, como no tener
el agobio del tráfico que sufrimos en verano, el almuerzo en el
Mercado del pueblo, con variedades típicas de la zona, todas buenísimas, y más tarde después de haber resuelto él sus cosas y yo las mías, una frugal comida
en la playa con el sol de la tarde arañando ya el horizonte, resguardados del
viento y rodeados exclusivamente por extranjeros. Hablamos mucho y es un
disfrute añadido.
Volvemos a media tarde. Yo cansada, pero satisfecha por todo. Aunque mi ocupación
principal, nada interesante. Simplemente reorganizar la casa después de haber
pasado por ella mi hija, una amiga y cuatro niños el fin de semana largo a
principio de noviembre ¡Increíble lo que hicieron en tres días!
Domingo
17 de noviembre
Todo el día en casa,
escribiendo, corrigiendo, y poco más. Se agradece este sosiego ya habitual los domingos.
Pía, la gatita, no parece
notar diferencias en los días de la semana. Poco a poco controla. Tanto, que el encontrar algo
nuevo es una fiesta para ella. Saltos, cabriolas en el aire, sorpresa por un
ruido inesperado y prolongadas siestas arrebujada en un sillón constituyen su incipiente vida.
Vida gatuna al fin y al cabo.
Anochece muy rápido
acortándose por días la tardes en otoño.
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