domingo, 17 de noviembre de 2019

Las mareas


DIARIO

Lunes
Me he despertado a las seis de la mañana. Ya desde la cama he tenido la certeza de que hoy iba a ser un día de mierda, una semana de mierda y un mes similar.
El frío que ha hecho todo el día no ha ayudado a cambiar la tendencia.
Vi a M a la salida del colegio. SI le hubiera visto por la mañana quizás mi día se habría invertido. Me ha mirado. Me ha saludado. Le he mirado y he sonreído todo lo que he sido capaz. No ha sido mucho.

Martes
Hoy he ido y he vuelto a Barcelona en coche. Me encanta conducir. En el viaje de ida he estado escuchando música y viendo amanecer.
He pasado el día con una asociación de psicólogos y terapeutas especializados en adicciones. Ayudándoles a elaborar su plan estratégico. Hubiera estado muy divertido si los nervios no se hubieran apoderado de mi cada vez que tenía que hablar. Lo que ha provocado que viviera una guerra constante contra mi misma cada 3 minutos.
Todos han quedado contentos. Yo no. Estoy exhausta.
Menos mal que el camino de vuelta ha sido espectacular, con la luna llena alumbrando el negro asfalto, el negro cielo, el negro mediterráneo. 

Miércoles
Me he despertado a las 5:43 de la mañana. De golpe. De un susto. Estaba llena de pesadillas, sudor y frío.
Di vueltas y vueltas por las calles del Barrio. No había nadie. Al menos el frío me ha ayudado a calmar mis ansias.
Vi a M en el cole. Hubiera querido decirle algo. No he podido. No he sabido. No me he atrevido. El cansancio, el sueño y la pesadez me lo han impedido.
Jueves.
He encontrado la paz en la contabilidad. En los números. Las dos horas que paso en la academia son como un alprazolam retard que me dura todo el día.
Los números son certezas. Inamovibles. No generan ningún tipo de incertidumbre. Son la calma, la paz, la tranquilidad. La quietud absoluta.
Quisiera solo relacionarme con números. Hacer números, ser número. 

Viernes
A las 5:13 ya tenía los ojos abiertos y la mente disparada.
He salido a la calle sin lavarme la cara a ver si el frío del amanecer me impactaba en la frente y me devolvía la razón. El control sobre mi misma.
He tenido el frío metido en el cuerpo todo el día. La piel erizada. El tacto extraño. Los ojos muertos.
Vi a M en la calle. Iba en bici. Qué valiente. No me vio y el día siguió discurriendo sin mi. 

Sábado
Mi cuerpo no entiende de días de la semana.
La culpa es la misma. La ansiedad es la misma. La angustia sin embargo suele ser mayor.
Cambiar la rutina me destroza los nervios.
Hoy no sabía qué hacer con las manos. He estado todo el día mirándomelas. Lavándomelas. Tocándomelas sin querer tocar nada más.
Salí a correr para descargarme. Me puse guantes.
Después cociné. Con guantes. Comí, lavé la vajilla, fregué el suelo, pasé la aspiradora y quité el polvo. Con guantes.
Me masturbé con guantes. Fue raro. Pensé en M. En sus piernas. En su corte de pelo. En sus labios.
Me dormí con guantes.

Domingo.
A las 5:17 ya estaba despierta. Con un aluvión de pensamientos, ideas, sueños, y energía invadiéndome por dentro. Un Estalingrado en mi cabeza.
Un Vietnam en mi cuerpo.
Hay días que me levanto como con un subidón de anfetaminas.
He salido a correr para despejarme. Y no ha podido ser mejor idea. Todo bullía, florecía, crecía en mi interior.
He estado escribiendo casi todo el día. Ni he comido. Me he bebido 5 teteras de té verde con menta.
He encontrado la paz en la creatividad y la micción compulsiva.
Ojalá los días fueran así siempre. Sin angustia. Sin miedo. Sin ansia. Saliendo a la calle a pasear, cruzarme con M y que me invitase a un café.
Mañana vuelve a ser lunes. Qué tranquilidad.

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