AUTODESCRIPCIÓN NOV.2019
Soy el revelado de una
fotografía en blanco y negro. Esto, que puede sonar metafórico, no lo es. Para
mi madre, mi nacimiento fue más bien un tormento, aunque ella nunca jamás dijo
esta palabra. Pero yo, que parí a mi primer hijo sin epidural ni anestesia de
ningún tipo y que nació de pies, sí que tengo una ligera idea de lo que pudo
ser estar tres días de parto. Y más, "dando a luz" en un tercer y
último piso al día siguiente de un importante terremoto que, según parece, se produjo por el tantísimo calor.
El médico chorreaba de sudor como un caballo en plena carrera de Ascot. Pero no
vi la luz con el temblor de la tierra, no. Fue justo después del revelado. Ni
tampoco influyó el seísmo, en mi manera
de mostrarme cuando pequeña pues era más bien melindre. Entre otras cosas era
un atributo que daba la época.
Siempre, el azul de mis ojos,
ha transmitido suavidad, dulzura, tristeza… pero al crecer, esta sensación, no
se ha correspondido con mis trazos gestuales ni con mis colores, saturados,
potentes… Pintar como un hombre en los sesenta era un halago. Lo sigue siendo,
aunque menos, halago y privilegio lo de ser hombre, pero afortunadamente,
quedaron atrás muchos privilegios.
Al cumplir años, reconoces
tener asignaturas que no has aprobado. La mayoría, irrecuperables. No sé ir en
bicicleta, así que seguiré contaminando. No sé inglés, pero soy bilingüe. No he
tomado decisiones importantes en mi vida cuando sé que debería haberlo hecho,
pero ya es irremediable. Me he adaptado a situaciones dolorosas y aunque suene
a cosa buena, entra en lo negativo. No digo, lo que pienso en circunstancias que debería decirlo. Quiero
enmendarme, pero no lo hago. Y posiblemente tengo muchas más, pero, con los
años, la memoria flaquea. Aunque la balanza de la vida, siento que está
equilibrada. Mucho de lo recibido o conseguido, me ha gratificado. He ampliado
el censo con tres hijos, siete nietos y uno en proceso. Trabajado y disfrutado mucho
en lo que elegí siendo muy joven. He podido transmitir actitudes y
conocimientos que han hecho felices a otros seres humanos sensibles (esto creo que es bueno aunque puede
ser malo). Me he sentido querida en muchas épocas de mi vida. Incluso deseada.
He tenido un amante virtual, que hizo de mí un aprendiz de poeta al escribir palabras como éstas:
Tus sentidos siempre
abiertos / se llenan de mi aroma / te acompaña, / te inunda / y…desde la
lejanía / una ráfaga de aire / nos acerca.
Palabras, palabras, / sexo.
/ Nada existe ya, / solo el recuerdo / adormecido en la distancia.
No podré devolverte / el
tiempo tuyo. / Quiero decir: el tiempo / que no te supe dar / el tiempo mío en
ti / que nunca fue.
Perdura tu presencia / junto
a tu epitafio / y lagrimas inmensas / inundan / estos versos.
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